DESCRIPCIÓN DE LA TÉCNICA DE ACECHO, DE LOS DIFERENTES CEBOS EMPLEADOS, Y DE LA COSNTRUCCIÓN Y EMPLAZAMIENTO DE LOS APOSTADEROS.
ACECHANDO AL JABALÍ.
De las tres modalidades de caza del jabalí que se practican en nuestro país, cada una de ellas posee particularidades y un marcado estilo propio que las hace únicas. El acecho requiere de paciencia, resistencia a las inclemencias climáticas y, por sobre todas las cosas, no es para personalidades ansiosas.
Por otro lado, la caza con perros y cuchillo en mano, exige coraje, habilidad en el manejo del cuchillo, y un buen estado físico, además de tener sólidas nociones sobre equitación, mientras que el rececho demanda astucia, conocimiento y persistencia. A pesar de sus diferencias las tres poseen algo en común; son apasionantes.
El acecho consiste en algo más que apostarse en el primer lugar de nuestro agrado, esperando que la suerte nos regale un padrillo de aquellos. Exige mucho más que eso, ya que es preciso saber como, cuando y dónde.
Cebadero con maíz montado sobre una pequeña charca. Nótese la carpa montada sobre el árbol del fondo.
No cualquier lugar es bueno para armar un apostadero. Hacerlo, por simple que parezca, tiene sus secretos. No menos importante es el poseer una noción cabal de cuando apostarse. Además de esto, el jabalí es capaz de desplegar una cantidad de trucos y mañas que uno debe conocer para poder anticipar sus movimientos.
Comencemos analizando el comportamiento de nuestro invitado de honor, el jabalí, motivo de más de una noche de frío y ansiedad en esas tierras de La Pampa. Basados en su comportamiento, intentaremos diseñar una estrategia de caza coherente.
Sus scrofa, como se le conoce científicamente, es un animal lleno de virtudes.
Chancho jabalí cazado a caballo y con lanzas, algo no muy frecuente en nuestro país.
Entre lsus virtudes más notorias tenemos las siguientes; taimado, rencoroso, paciente, audaz, ágil, tozudo, inteligente, valiente y desconfiado, pero por sobre todas las cosas, con un olfato y oído como para hacer palidecer los nuestros. De lo único que carece es de una buena visión de águila, pero se supone que tan mala como se suele decir no es.
Su hábitat preferido es el de los montes bajos, de hojas caducas, achaparrados y sucios por debajo. En este lugar el jabalí es rey.
Allí encuentra protección durante el día, al igual que comida. Si dentro del monte existe una fuente de agua, es probable que el animal nunca abandone el lugar. Si lo hace será de noche, y sólo por motivos valederos para él como comer, beber, asearse en un revolcadero ó por la presencia de una hembra en celo. Estos dos datos deben de ser tenidos en cuenta, ya que forman los pilares de la estrategia de la caza de acecho. No hay otros.
Su diseño anatómico le da la apariencia de un cilindro cono robusto, con un poderoso tren delantero, rematado por una aguda jeta y fuertes y cortas patas. Todo el conjunto se halla recubierto de una piel gruesa y resistente.
Si bien este amorfo prototipo de la naturaleza nunca ganará premio alguno en concursos de belleza, su extravagante diseño es muy conveniente para lograr un desplazamiento rápido dentro de lugares sucios. Cuando es necesario cubrir terreno rápidamente, el jabalí simplemente apunta hacia delante y perfora el monte, dejando atrás, cansado y malherido, a cualquier perseguidor.
Ventaja que emplea sabiamente buscando las zonas más impenetrables para residir. Por ello, y porque rara vez se deja ver durante el día, intentar atraparlo al rececho, o de a pié y sin perros en estos lugares, tiene un destino incierto, por no decir que es una pérdida de tiempo.
El jabalí tiende a desplazarse siempre bajo cobertura y con las sombras. Su estrategia consiste en moverse despacio, viento en contra, con su olfato y su oído funcionando en el máximo grado de alerta. Esto le da la oportunidad de escuchar o ventear a un predador en movimiento.
Para lograr sacar al jabalí del monte se le puede ofrecer comida, bebida ó sexo, aunque un buen baño de lodo con gasoil, aceite quemado o algún insecticida, da buenos resultados pero NO en cualquier época.
Apostadero precario armado a ras de tierra con una ramas y palos. No son tan seguros como los apostaderos elevados.
Pero ésta estrategia, si bien altamente efectiva, presenta puntos vulnerables; el hambre y/ó el deseo sexual, y el hecho de que el jabalí depende de la emisión de olores ó sonidos por parte de sus enemigos para poder detectarlos. Y estas fisuras son las que se pueden s aprovechar a favor. Pero para ello es preciso poder atraerlo hacia un lugar abierto utilizando algún señuelo, donde la ventaja visual esté de lado del cazador, apostándose fuera del alcance de sus agudos sentidos.
Con referencia al empleo de insecticidas o sustancias irritantes cómo el gasoil, funciona mejor cuando los animales se ven más afectados por las pulgas y otros insectos, esto es al comienzo de la primavera, cuando hacen eclosión.
La técnica consiste en simplemente arrojar el elemento escogido y mezclarlo con agua y tierra, preferentemente cerca de algún comedero o fuente de agua, aunque lo suficientemente retirado como para no contaminarlos.
El señuelo, sea cual fuera el elegido, debe de estar ubicado en lugar abierto, cerca ó dentro del monte. El jabalí que se sabe perseguido no es animal de praderas abiertas. Ese mismo lugar debe dejarnos espacio como para montar un apostadero a una distancia variable entre 40 y 100 metros, de manera que le resulte difícil ventearnos o escucharnos. Por esto la locación escogida debe de contemplar la dirección del viento y en lo posible estar sobre elevada.
El maíz es considerado como el señuelo universal, entre otras cosas por lo práctico que resulta armar un cebadero con el mimsmo.
Una luna como ésta tiende a reducir el movimiento de los animales, al menos el de los padrillos, que desconfían de la misma.
El señuelo empleado más frecuentemente es la comida. Esto puede ser desde granos de maíz hasta la carcasa de un animal muerto. De estos dos, el maíz es el más práctico y no requiere de un período de "estacionamiento" como ocurre con la carne, además de ser más fácil de manipular.
Montar un cebadero con éste elemento es sencillo. Con una pala de puntear se hacen ocho o diez pozos formando un semicírculo frente al apostadero. Los mismos estarán separados por un metro entre sí, lo cual obliga a los animales a separarse sin son muchos, o a recorrerlos de uno en uno si es un padrillo solitario.
En cualquiera de las dos circunstancias, lo que se busca es un mayor tiempo de exposición por parte de los animales a nuestra mira, además de obligarlos a presentarnos distintos ángulos de tiro. La intención es simplificar al cazador la elección de la presa adecuada.
Una vez hecho el pozo, de una sola palada de profundidad, se arroja un puñado de maíz dentro del mismo y se lo cubre con la tierra extraída. Durante la construcción del cebadero hay que recordar de no dejar colillas de cigarrillos en los alrededores, evitar hacer ruido y de alimentar estos cebaderos diariamente, hasta que los animales comiencen a utilizarlos.
Estos tres puntos son de importancia, en especial el último. Armar un cebadero nuevo y apostarse esa misma noche a cazar, es una excelente receta para el fracaso.
Antes de que nuestro desconfiado amigo comience a comer con regularidad en el lugar, lo investigará a fondo, desde lejos y sin mostrarse, para estar seguro de que no hay trampas. Y esto puede tomar su tiempo. No hay que olvidar que sus scrofa es desconfiado. Pero una vez que lo ha comenzado a visitar, se puede contar con su puntual asistencia. Si hay algo que el jabalí tiene es una buena memoria. Una vez que encontró comida, no olvidará el lugar. Y esta es la oportunidad l cazador.
Pero aún conociendo el emplazamiento de la comida, por el sólo hecho de encontrarse la misma en un espacio abierto, hay ciertas reglas que no quebrará.
La primera de ellas es evitar regalar su perfil a plena luz de la luna en un lugar sin cobertura. Esperará por las sombras de las nubes para hacer su movimiento, o a que el movimiento de rotación del astro arroje sombras sobre el área dónde se encuentra la comida.
Éste es el tipo de resultados desastrosos que terminan en rastreos prolongados y pérdida de animales mal heridos.
La segunda regla consiste en que se acercará al lugar donde piensa comer unas dos horas antes del anochecer, pero no asomará la jeta a campo abierto hasta no haberlo rodeado e investigado, todo esto sin abandonar su cobertura y sin dejar de comer . Para ese momento el cazador ya debe de estar apostado, esperando fuera del alcance de su olfato u oído.
El .45 Colt, obsoleto y lento como es, resulta ideal para las condiciones de tiro desde apostaderos. Otros cartuchos similares son el .444 Marlin, .45-70 Government, y el .44 Magnum.
Pero, lo dicho hasta ahora es conocido por cualquier cazador de jabalís desde el momento que dejó de usar pantalones triangulares(pañales). Veamos entonces aquellas facetas menos conocidas de nuestro amigo, como su anatomía y su sicología de supervivencia.
Suponiendo que los dioses están de lado del cazador y logra la oportunidad tan esperada, aún le quedan algunos puentes por cruzar antes de poder sacarse la foto con el trofeo.
El primero de ellos está relacionado con la particular estructura hercúlea de nuestro amigo; el segundo con su desagradable persistencia por mantenerse vivo.
En oposición a la creencia popular, que manifiesta lo opuesto. el jabalí está dotado de una piel de escasa resistencia al impacto, a pesar de ser algo más gruesa sobre su tórax y cuello. Lo que nos obliga a que el emplazamiento del primer disparo sea impecable es su gruesa masa muscular y duros huesos, capaces de alterar el curso de un proyectil o despedazarlo antes de que alcance los órganos nobles.
Y por lo general eso es lo único que dará, la oportunidad para un solo tiro. Después, todo será una loca carrera, monte adentro y en medio de la noche, dependiendo la longitud de esa carrera de la habilidad del cazador para colocar ese primer impacto crucial y del poder de detención de su cartucho.
Y todo cazador desea fervientemente que esa carrera sea lo más corta posible. De lo contrario hay que rastrear, lo cual no siempre resulta fructífero. Aún en caso de ser así, cada metro lineal de más que cubra el animal en su fuga, será un metro para arrastrarlo fuera del monte y un metro cuadrado más para buscarlo.
¿Qué podemos hacer para evitar estas penurias? Varias cosas. Por empezar se debe seleccionar el cartucho y las puntas a emplear cuidadosamente.
Las distancias de disparo en las aguadas o abrevaderos son cortas, no superando los 100 metros. Por lo tanto los cartuchos rasantes de alta velocidad no son necesarios. Lo que uno desea es algo de grueso calibre, con mucha superficie de choque para transmitir la energía que acarrea el proyectil, pesado y lento. Con que desarrolle 1.500 pies por segundo (dependiendo del peso), es suficiente.
Esto no significa que un cartucho como el .308 con una punta de 180 grains a 2.600 pies por segundo esté desaconsejado, pero en estas condiciones, de muy cerca, sin poder hilar fino dónde hacer impacto, y con un monte inmenso y un paso del animal, un .45-70 con una punta de 400 grains a 1800 es mucho mejor remedio.
Un tarugo de esos, pegue dónde pegue, penetrará hondo, destruyendo lo que encuentre a su paso, descargando un mazazo terrible.
En cuanto a las puntas a escoger cuando se emplean cartuchos de la clase .30, que abarca al 7,62, el .30-06 y el 7,65 entre otros, se deben de evitar aquellas de peso inferior a los 180 grains, a muy altas velocidades. Lo ideal es elegir puntas de expansión controlada, preferentemente de nariz redonda, de base plana y lanzarlas a velocidades intermedias, como las Barnes X, Speer, Sierra, etc. Estas puntas pueden ser recargadas o se encuentran en la munición "Premium" de diferentes fabricantes.
Ya sea que el cazador escoja recargar o no, le será necesario emplear un proyectil con buena penetración lineal, resistente al impacto contra huesos y con la energía suficiente como para alcanzar la piel del lado opuesto. ¿Por qué tantos requerimientos de dureza y energía cuando estamos hablando de un animal que en nuestro país no supera los 120 kilogramos de promedio y que dijimos que su piel no es particularmente dura?
Las heridas combinadas al hombro por destrucción de la escápula, costillas, pulmones y en ocasiones la médula espinal, son la mjor chance de evitar un rastreo prolongado cuando se dispara de noche.
Arriba, a la izquierda, el tipo de puntas que en lo posible deben de evitarse en los disparos a cortas distancias. El formato de la punta de la derecha representa el concepto que se desea transferir al lector.
La explicación radica en las pobres condiciones de iluminación en las cuales el cazador se obligado a disparar.
Esto hace que impactos dirigidos a la cabeza y el cuello, capaces de producir que el animal se desplome sobre su sombra, estén descartados.
Hay veces que es simplemente imposible localizar estos blancos con exactitud. Lo cual deja solamente la zona del tórax, mucho mayor en tamaño y que alberga órganos vitales más voluminosos. Sí bien las heridas en esta región son mortales, tanto si afectan pulmón, corazón o ambos, permiten que el animal corra antes de morir. Y la distancia que puede cubrir en estas condiciones va desde los 100 a los 250 metros, lo cual representa un enorme pedazo de terreno a explorar, particularmente de noche. ¿Entonces que?
Una manera de resolver el problema consiste en generar una herida combinada, donde se vea afectado el aparato de locomoción y el sistema cardio respiratorio en un mismo tiempo, la que se logra disparando con un cartucho de grueso calibre, con una punta pesada y apuntando a fracturar cualquiera de los dos huesos del miembro anterior, en particular el omóplato.
Apuntando a la paleta (ver esquema) se intenta fracturar la misma y penetrar luego a la cavidad torácica. Éste hueso plano, triangular, localizado arriba y por detrás del codillo, es más frágil que el húmero, además de presentar una mayor superficie.
Las puntas de nariz trunca o redondas y con base plana son ideales para disparar a corta distancia sobre el jabalí. Por su diseño transfieren grandes cantidades de energía al animal apenas penetran a las cavidades corporales del mismo.
Éste es el tipo de diseño de puntas que se busca, chatas, pesadas y de base plana.
Además de esto, cubre la parte anterior de los pulmones y la una porción de la columna vertebral, de manera que si la punta resulta desviada por el impacto, tiene aún grandes posibilidades de afectar alguno de los otros dos órganos nobles. A esto se le suma la deformación que sufre el proyectil al chocar contra el hueso, generando un amplio túnel de herida dentro del tejido pulmonar, haciendo que la hemorragia sea mayor. Si, aún así el animal logra correr, la fractura retrasará su huida, obligándolo a dejar una huella más fácil de detectar. Por otro lado, al huir teniendo que realizar un esfuerzo extra, lo agotará en un lapso menor.
Si el animal se desploma con un disparo ubicado en este lugar, es posible que se haya afectado la médula espinal, lo que se traduce como una falta de locomoción. Pero esta parálisis puede ser transitoria, por lo que es conveniente efectuar inmediatamente un segundo disparo de seguridad dirigido al tórax.
Si durante la espera, el silencio de la noche puede es roto por el chillido de las aves, en particular el tero, se tomará como un aviso claro de que algo se está moviendo en el monte, probablemente un jabalí. Este el momento para asegurar que aquellos objetos más necesarios, como los binoculares y el rifle, estén al alcance de la mano y que nos sea factible utilizarlos sin ruido alguno.
La aguada, lugar natural para montar la espera para muchos animales.
Cuando al cebadero entra un grupo de animales compuestos por madres y crías, es casi seguro que el padrillo no se hallará entre ellos. Estos animales demoran su aparición rondando el lugar hasta estar seguros de que no hay peligro, por lo que no se debe apresurar el tiro.
Suelen aparecer hasta horas después de que los demás animales terminaron de comer. La decisión de disparar o esperar es difícil, ya que no hay garantías de ninguna clase y si uno se equivoca no hay reclamos. Los elementos que pueden ayudar a decidir son pocos. El hecho de haber encontrado huellas frescas de un animal grande antes de apostarse, es quizá el único. El resto es una cuestión de azar y la decisión es personal.
Un animal que entra sólo y tarde a un cebadero ó una aguada, tampoco es garantía de que represente al señor de la zona. En caso de no serlo, dos son las alternativas más frecuentes. Que el primer animal en entrar, a pesar de ser un macho adulto, sea el "escudero" del padrillo, que tardará en aparecer. La otra alternativa es que sea una "chancha seca", sin crías al pié. Una vez más, de noche y con pocas chances de identificar al animal por su sexo, la decisión de disparar o no se torna en una ruleta.
Una técnica refinada, e irresistible para el jabalí, consiste en atar una cerda doméstica en celo y utilizarla como cebo. Esto indudablemente, requiere de ciertas comodidades, como disponer del animal en ese estado sexual, un medio de transporte adecuado para el mismo, y contar con su cooperación. Pero para aquel que logra reunir estos requisitos, las chances de salir victorioso tras una espera se multiplican.
Los animales muertos son otra atracción para el jabalí, en éste caso de tipo gastronómica. Una vez que el cadáver ha entrado en descomposición franca, para lo cual suelen transcurrir al menos un par de días, los jabalís comenzaran a visitarlo hasta acabar con el mismo. En éste caso hay que ser doblemente cuidadoso dónde se monta la espera con respecto al viento.
El viento es el último elemento que consideraremos con respecto al armado de apostaderos en éste artículo.
La regla con respecto al mismo es sencilla. Los jabalís intentarán rodear cualquier lugar abierto antes de aventurarse en el mismo, por lo que lo del viento es relativo, en particular sí el apostadero está armado a nivel de tierra.
Sin embargo el consejo es apostarse a esperar siempre en una posición en la cual el viento corra transversal a nosotros o nos de en el rostro, y dentro de lo posible lo más alto que nos sea factible con respecto al cebo.
Un viejo truco para engañar el olfato de los macarenos consiste en colocar cerca del cebadero o aguada una prenda personal y dejarla por varios días, de manera que los animales se acostumbren al olor de la misma y no desconfíen sí eventualmente nos olfatean la noche en que estamos apostados. El truco es bueno, para hay que disponer del tiempo para montarlo, lo cual no es siempre lo que nos sobra.
Tan importante como no ser olfateado es no ser escuchado, por lo que el silencio, y la inmovilidad forman parte de lo que se debe de hacer sin necesidad de ser mencionado.
Bien, estas son las bases de las esperas. El resto como suele decirse, es suerte. Espero que la tenga.