En el momento en que un proyectil hace impacto en la presa se desatan una serie de eventos de los cuales depende el desenlace de la partida. Dichos sucesos dependen a su vez de las características y la estructura del proyectil, incluyendo su velocidad al momento del impacto y su peso, del espesor y resistencia de la piel del animal, y por último de la presencia o no de huesos duros en la trayectoria del misil. El desenlace final depende por lo tanto de las diferentes combinaciones entre estos factores, además del tipo de órganos afectados en la presa, lo cual explica la amplia variación de resultados obtenidos, en ocasiones maravillosos, en otras no tanto.
Puesto de otra manera podemos decir que el proyectil puede ser escogido de antemano basándonos en el tipo de piel y resistencia del animal, que el disparo puede ser ubicado en una zona donde los huesos no sean ni tan grandes ni tan duros, y sí lo son, que uno pueda sortear el problema gracias a esa selección previa e inteligente del proyectil.
lo que ocurre con la presa ante cada disparo depende de estos tres factores y de los órganos afectados, tema, éste último, que fue tratado en detalle en capítulos anteriores. Aquí nos concentraremos entonces solamente en los efectos que dependen del proyectil en sí.
Los variables a tener en cuenta son la estructura del proyectil, su peso y velocidad, y su diseño externo. Cada uno de estos cuatro parámetros hace al resultado final, en ocasiones sumando beneficios, en ocasiones contraponiéndose entre sí, como en el caso de los proyectiles de construcción delicada que resultan muy efectivos a velocidades bajas, pero que fracasan miserablemente, estallando en superficie, cuando se los acelera por encima de los dos mil pies por segundo.
En cuanto a la velocidad, más es mejor, siempre y cuando el proyectil disparado esté diseñado para esas velocidades. Más velocidad representa una curva de vuelo más plana, o sea mayor alcance efectivo, además de una mayor energía terminal para penetrar primero y expandir después, pero con un proyectil de paredes débiles también puede significar desintegración superficial.
Para una mejor comprensión de la balística terminal o de efecto, como se denomina a la sucesión de eventos dentro del blanco, es necesario comprender el porque del abandono del plomo por parte de la industria bélica y de la incorporación de otro material más duro en su reemplazo.
El plomo es un material de alto peso específico, dúctil, y por o tanto muy fácil de trabajar para imprimirle el diámetro y forma exacta; basta con calentarlo unos pocos grados para fundirlo. En realidad resultó ser el componente ideal para la fabricación de proyectiles durante la época de la pólvora negra.
Su certificado de defunción lo firma la aparición de la otra pólvora, la denominada sin humo o blanca, que incrementó considerablemente la velocidad de los proyectiles, llevando éste parámetro desde los mil quinientos pies por segundo iniciales hasta los tres mil p/s o más de la actualidad.
Por supuesto que un proyectil con núcleo de plomo, pero blindado con una camisa de cobre o de aleación, o uno sólido, como lo son respectivamente los de guerra y algunos deportivos modernos, no sufren estos inconvenientes, y dada su inmunidad a la deformación suelen perforar de piel a piel a las presas, con lo cual acceder a los órganos nobles, particularmente el cerebro, no es un problema.
Fue para evitar estos dos problemas, la escasa o nula penetración debido a extrema deformación del plomo, o la penetración excesiva producto de una falta de deformación total, que se crearon los proyectiles con núcleo de plomo pero recubiertos de una camisa parcial y de espesor variable.
¿Que se comprende por el término parcial? Que la misma no recubre por completo al núcleo de plomo, dejándolo expuesto en la parte anterior del proyectil, de manera tal que esa pequeña porción de plomo no protegida es la que inicia la expansión al impacto, aunque esa expansión se vea controlada por la camisa de contención.
Deben de existir en el mercado tantas variantes de estos proyectiles por cada calibre conocido como fabricante de municiones hay en el mundo. Y todos ellos claman lo mismo: por éste motivo y aquella razón, mi producto es el mejor, creando en la mente del pobre cazador dudas existenciales imposibles de resolver. Pero, aplique el siguiente criterio y verá que no tiene por que ser así. Al fin y al cabo el motivo de estas líneas era ese; introducir algún tipo de lineamiento práctico para que salir a comprar una caja de cartuchos no se transforme en un calvario innecesario.
Para cualquier animal de piel blanda, incluyendo gatos, osos, cérvidos y suidos, cualquier munición deportiva, recomendada por el fabricante para ese tipo de animal, anda bien. Por su lado Ud limítese a poner ese disparo donde corresponde y terminará aceptando aquel viejo dicho de que todas las balas matan por igual. Erre ese primer disparo, o péguele a un animal de mal carácter en medio de su abdomen y verá que, aún empleando proyectiles fabricados y garantizados por la NASA, su vida se complicará en cuestión de segundos.
Las otras, las sólidas de cobre, se dedican a animales peligrosos de piel dura, como el elefante, rinoceronte, hipopótamo o el búfalo, particularmente para disparos frontales dirigidos a la cabeza, aunque con una pequeña reserva.
Eso sería todo, aunque a último momento me siento tentado a agregar algo más. Reconozco que ante la profusión de cartuchos deportivos y variedad de puntas, y en el afán de obtener un poco más de calidad o tecnología con tal de asegurar esa cacería, en ocasiones uno puede complicarse un tanto. ¿Qué será mejor, una punta con camisa de diferentes espesores, de espesor uniforme, con núcleo soldado, tabicado o de dos componentes?
Son las respuestas a éste tipo de preguntas las que le indicarán que es lo que necesita para su ventura. Con el tiempo, entre éstas “compras educadas” y un poco de experiencia en el campo se convertirá en un experto en balística terminal en menos de lo que canta un gallo. ¡Suerte en su próxima salida de compras!