Para el hombre moderno salir de cacería implica enfrentarse a un medio y condiciones para los cuales no está preparado, hecho que puede limitar seriamente sus aspiraciones, o simplemente impedirlas.
Texto y Fotgrafías: Daniel Stilmann.
Cazar en un lugar como el de la fotografía representa un enorme esfuerzo físico, ya que la falta de reparo visual significa tener que arrastrarse por largos trechos. Retirar el trofeo l del mismo lugar cuando no se tiene acceso con vehículo puede demandar el trabajo de dos hombres.
Entre los tantos problemas que afronta el cazador de rececho, y que limitan seriamente su actividad, la fatiga muscular es uno de los más frecuentes. Junto con el temor a la hipotermia y a la desorientación, la fatiga muscular constituye la tríada de escollos que con mayor frecuencia impiden al cazador internarse profundamente en el territorio en busca de su presa.
El problema de la desorientación fue tratado previamente, por lo que sólo nos resta aquí tratar la fatiga y la vestimenta.
Cazar un trofeo en llanura impone, entre otras cosas, estar preparado físicamente para hacerlo. Sí deseamos hacer lo mismo, pero a 2.000 metros sobre el nivel del mar, habrá que aceptar que se está desafiando a un animal adaptado a las alturas, mejor provisto para moverse en ese tipo de territorio, y para el cual, ascender 500 metros por un bocadillo que le apetece es un mero paseo por el parque, mientras que para nosotros un mísero ascenso de 50 metros significa un gasto considerable de energía.
Una de las claves del recechista exitoso es la de poder movilizarse a su antojo para poder acceder a aquellos lugares más favorables para su actividad. Estos lugares, por lo general apartados de las rutas de acceso para vehículos, presentan escollos físicos, como el ascenso y descenso de colinas o las largas caminatas en terrenos llanos, que terminan convirtiéndose en factores excluyentes. Más aún, el cansancio suele ser el responsable por la falta de aprovechamiento completo del animal abatido, ya que el cazador se limita a remover aquella parte del animal considerada como el trofeo, dejando el resto para el beneficio de las alimañas.
Con la moderna tecnología existente, el confort térmico y la navegación ya no son un problema de difícil solución, aunque la misma sea costosa. La nueva ropa de abrigo, un GPS y un teléfono celular se compran en cualquier tienda. No ocurre lo mismo con la fatiga, la cual puede ser prevenida hasta un cierto punto, pero no gracias a los avances tecnológicos que gozamos, sino por el antiguo y bien conocido método del esfuerzo y la voluntad.
Si bien la fatiga muscular es una sola, tiene diferentes orìgenes. La que se genera a alturas superiores a las que estamos acostumbrados a vivir y transitar, y la fatiga por falta de entrenamiento.
Por lo general el cazador proveniente de tierras bajas es afectado por ambas al escalar, particularmente cuando se lo hace por encima de los 2.000 metros.
En el primer caso de fatiga, denominado "mal de la montaña", el mecanismo de acción está dado por la disminución de la concentración de oxígeno en el aire inspirado. En el segundo caso, el cansancio está dado por la simple falta de trainning. En ambas oportunidades la base fisiológica es la misma; disminución del aporte de oxígeno a los tejidos, aunque durante el cansancio por falta de entrenamiento se agrega un nuevo factor: el dolor, producido por la acumulación de residuos de la combustión muscular cómo el ácido láctico.
Entender los mecanismos del primer grupo, fatiga por altura, es importante para aquellos que se dirigen a la montaña desde regiones más bajas, y que en el lapso muy cortos de tiempo ascienden por aire, o por carretera, a alturas suficientes como para provocar alteraciones respiratorias con muy poco tiempo disponible para la adaptación. En este caso la actividad física puede verse severamente limitada o simplemente impedida, pudiendo en algunos casos tener consecuencias fatales.
La fatiga y el dolor muscular por falta de entrenamiento son el producto de exponernos a un trabajo para el cual nuestro organismo no está preparado por falta de masa muscular, uso de determinados grupos de músculos y la ausencia de una función circulatoria adecuada.
El entrenamiento físico prepara al cuerpo para las exigencias a los que lo sometemos mediante el aumento de la masa muscular, y permitiendo que territorios de vasos sanguíneos, que normalmente no se utilizan, se tornen permeables a la circulación, aumentando la oxigenación del músculo al mismo tiempo que favorecen la remoción de los productos de la combustión. Por otro lado fortalece la contracción cardiaca, produciendo una mayor volumen de sangre por latido, pero sin aumentar la frecuencia cardiaca. Todo esto favorece un mejor aporte de oxígeno a los tejidos por unidad de tiempo y una mejor remoción de los desechos metabólicos.
En el transcurso de éste artículo se hará un delineamiento general de los mecanismos responsables por la fatiga muscular, y en artículo separados nos referiremos al entrenamiento físico, la fatiga por altura y su tratamiento y la alimentación en la montaña.
La primera de estas medidas preventivas para evitar la fatiga es tratar de adaptar nuestro organismo de antemano, a la situación a la cual expondremos durante la cacería.
Esto se logra realizando largas caminatas en terrenos en pendiente, escalando y descendiendo por los mismos, al tiempo que cargamos un sobrepeso de aproximadamente 20 kilogramos. Éste sobrepeso está compuesto por la vestimenta que empleamos normalmente en nuestras salidas, más el equipo, incluyendo dentro del mismo munición, arma y agua, que iremos agregando en forma paulatina durante el entrenamiento. No es necesario, ni conveniente, comenzar la práctica sobrecargándonos al máximo posible. La idea es la de acostumbrarnos en forma progresiva a estas condiciones, al tiempo que cambiamos la grasa corporal por masa muscular y fortalecemos la función cardiaca, de manera tal de arribar a nuestra cita con un mayor "resto" físico.
Éste resto se adquiere a través del ejercicio y una dieta adecuada. El ejercicio consiste en caminatas diarias a paso rápido (aunque durante la cacería será lo contrario), no menores a una hora. Se podría decir que estas caminatas funcionan como el "pre calentamiento" de los deportistas. Las mismas deberán ser llevadas a cabo, dentro de lo posible, con la misma ropa y calzado que utilizaremos durante la cacería, y una mochila a la cual le iremos agregando peso gradualmente. Con respecto a esta última, se aconseja utilizar aquellas con armazón que apoya sobre las caderas, las cuales brindan una mejor distribución del peso a transportar, ya que el mismo descansa en su casi totalidad sobre la cintura pélvica y no sobre los hombros, quitándole así una sobrecarga innecesaria a la columna vertebral y evitando las erosiones sobre la piel que suelen producir las correas.
El entrenamiento comienza en forma gradual en lo referente a distancias, pesos y duración del mismo. Estas salidas se pueden aprovechar para corregir cualquier defecto en el equipo y modificar lo que sea necesario, y también para explorar alguna zona de caza desconocida por nosotros. En éste caso, se está cumpliendo una triple función; entrenar nuestro cuerpo, probar el equipo y hacer el relevamiento de un área para nosotros desconocida. Durante estas sesiones es conveniente llevar una cantimplora con agua y beber de la misma en forma regular, hasta que se convierta en un hábito, ya que en la montaña lo ideal es beber entre 4 y 5 litros de agua por día como mínimo, a fin de compensar las pérdidas de líquido por evaporación y mantenerse bien hidratado.
En cuanto a la forma de determinar el peso corporal adecuado a alcanzar, una regla práctica consiste restarle a nuestra estatura, tomada en centímetros, el número cien. La cifra resultante indica el peso ideal aproximado. Por ejemplo, para una estatura de 175 centímetros, sí se le resta 100 se obtiene el número 75, el cual que representa en kilogramos es el peso (corporal) adecuado.
Todo esto nos dará un mejor estado físico, que si bien como compensación contra la fatiga por enrarecimiento del aire no es lo ideal, nos ayudará. Recuerde que la corrección total sólo estará completa cuando el organismo cuente con la cantidad necesaria de glóbulos rojos, y que eso lleva tiempo.
Para aquel que vive en las planicies y en medio del cemento, una forma práctica de adquirir un buen estado físico es subiendo las escaleras de un edificio o de un estadio deportivo con la mochila al hombro. Sea cómo sea, hay que comenzar en forma gradual, sobre todo si ya superó los 40 años de edad.
Durante las cacerías a pie en terrenos montañosos, la exigencia y desgaste físico en estas condiciones, es comparable con el montañismo. Además de esto por lo general el cazador se encuentra mal dormido y comido durante largas jornadas, lo cual también terminará incidiendo en la performance, razón por la cual se debe de tomar cuanto recaudo sea posible a fin de minimizar los efectos adversos y salir airoso en la prueba.
La poliglobulia compensadora (aumento de la cantidad de glóbulos rojos por falta de oxígeno en la mezcla respirada) tiene el efecto de aumentar la densidad de la sangre, tornándola más viscosa.
Si a este proceso le sumamos una leve deshidratación debido al ejercicio extenuante realizado, la situación puede tornarse desde molesta hasta francamente peligrosa, sobre todo en sujetos en mal estado físico y con arterias que, debido a la edad han comenzado a perder su calibre original. Este aumento de la viscosidad sanguínea, denominado hemoconcentración, puede dar lugar a la formación de coágulos sanguíneos, generando a posibles obstrucciones de las arterias (infartos). Por esto es tan importante mantenerse correctamente hidratado todo el tiempo. De esta manera mantendremos baja la concentración de los elementos sólidos de la sangre disminuyendo el riesgo cardíaco.
Escalando, la pérdida de agua puede ser importante, pero en los días de temperaturas bajas es probable que no nos percatemos. La forma de constatar nuestro estado de hidratación es sumamente sencilla. Basta con prestar atención al color de la orina que emitimos. Si es de color amarillento ó oscuro, nos está indicando que estamos concentrando ó perdiendo agua, lo cual es sinónimo de hemoconcentración con sus peligros consecuentes. Para evitar esto basta con beber cualquier líquido de nuestra preferencia en intervalos regulares, hasta que el color de la orina se vuelva transparente, y luego mantenerlo de ese color mediante la ingesta adicional de líquidos.
¿Qué hacer, además del entrenamiento previo, para combatir la fatiga muscular? Básicamente la repuesta está dada por un trío que consiste en mantenerse hidratado, con un buen nivel de glucosa (combustible) en sangre, y moverse lentamente.
Esto último evita la acumulación de residuos metabólicos que producen el dolor muscular, al mismo tiempo que nos permite ver más y evitar de que seamos detectados por nuestros movimientos bruscos. Al mismo tiempo, la ingestión de cualquier líquido azucarado, frutas o barras de supervivencia, aumentarán el tenor de glucosa en sangre y nos mantendrá correctamente hidratados.
Si se persiste en moverse rápidamente en cualquier tipo de terreno, sólo se logrará mantener un consumo elevado de oxígeno, el cual, en un organismo fuera de entrenamiento, y no adaptado fisiológicamente para las alturas, llevará a aumentar la frecuencia respiratoria como mecanismo de compensación. Esto trae aparejado un consiguiente aumento del consumo de oxígeno por incremento del trabajo muscular inspiratorio. Finalmente todo se convierte en un círculo vicioso, el cual lleva indefectiblemente a la suspensión de la actividad física, haciendo que se pierda el interés por la actividad o pasando por una experiencia desagradable.
Los grupos de músculos que se verán más exigidos durante el ascenso son fundamentalmente aquellos del plano muscular anterior de los miembros inferiores. A la inversa ocurre durante el descenso. Estos músculos pueden ejercitarse mediante el sencillo proceso de subir y bajar escaleras o en cualquier gimnasio con las máquinas adecuadas. Pero en general, todos los músculos del cuerpo entrarán en acción en algún momento, por lo que no es conveniente descuidar su ejercicio.
Pero no es necesario hallarse muy por encima del nivel del mar para experimentar un alto grado de fatiga muscular. Las botas de goma que se emplean en las zonas bajas, cerca del mar, en particular en terrenos fangosos y con vegetación alta, son suficientes para agotar en muy pocos metros a cualquiera que no esté acostumbrado y en buen estado físico.
Entre una de las formas de prevención del cansancio y la frustración que ello produce, está el pensar, antes de apretar el gatillo, como llegaremos hasta el trofeo y lo sacaremos posteriormente de dónde quede, en particular de una zona cómo la previamente descripta. En ocasiones es conveniente esperar unos minutos más y dejar que la presa haga parte de ese camino por sí misma, aliviando nuestra tarea.
Encontrase bien descansado ayuda mucho, lo mismo que tomar pequeños recreos durante la jornada. Una corta siesta después del almuerzo es una de las cosas agradables de cualquier cacería, además de darnos nuevos ánimos.
Un buen desayuno nos proveerá de las energías necesarias para mantener el cuerpo funcionando. No hay que temer en ingerir alimentos con altas cantidades de grasas y carbohidratos, como huevos, panceta y papas, o cualquier otra combinación de nuestro agrado.
Además de esto también es una buena idea ingerir durante la jornada, y a intervalos regulares, alimentos con alto valor calórico. Algo práctico y agradable son las mezclas de frutas secas y nueces conocidas como Trail Mix, que nos proveen de azucares no refinados y grasas. Las primeras aportan calorías inmediatamente; las segundas lo hacen a más largo plazo liberándose más lentamente.
Sí aparece fatiga durante la cacería es conveniente reposar, ya que la misma nos hará perder la concentración, además de estar exponiendo la salud inútilmente. El tiempo dedicado al relax puede ser aprovechado para comer, beber, planificar la acción posterior, o simplemente para revisar los alrededores con los binoculares.
Resumiendo; trataremos de mantenernos en buen estado físico, de caminar despacio, de comer y dormir bien antes y durante la cacería, y evitar deshidratarnos. Lo ideal es hacer de cuenta que nos hallamos en un día de campo.
En los próximos artículos veremos en detalle como se lleva a cabo la preparación física, la forma correcta de alimentarse y de vestir para la cacería de rececho, tanto en montaña como en llanos, y el tratamiento por lesiones producidas por los ofidios.