FACTORES QUE DETERMINAN EL PODER DE DETENCIÓN.

Durante el último siglo las investigaciones para hallar cuales eran los factores que determinaban el poder de detención de los proyectiles dividió al mundo en dos grupos antagónicos e irreconciliables entre sí. Hoy la discusión ha cesado.

Texto: Daniel Stilmann. Fotgrafías: Carlos Coto y Daniel Stilmann.

Tradicionalmente los dos grupos estaban conformados por un lado por aquellos que defendían la teoría basada en el peso o la masa del proyectil, aduciendo que cuanto mayor fuese el mismo mejor eran los resultados, los cuales se medían por el tiempo en que se producía el colapso total de la presa. El moto de éste grupo era simple y elocuente: "A Dios rogando y con el mazo dando". Por supuesto que cuanto mayor fuese el mazo mayor era el poder de detención. Una representación gráfica de estos sujetos los presentaría vestidos con pieles y garrote en mano.

En la vereda de enfrente se agrupaban los estilistas, postulantes de los proyectiles de menor masa, pero lanzados a altas velocidades, armados de papeles y ecuaciones matemáticas, que como fórmulas eran excelentes, pero que en el campo no solían causar grandes impresiones sobre los destinatarios escogidos para recibir la andanada.

A grandes rasgos se puede decir que el primer grupo pertenece a la vieja escuela inglesa, aquella de finales de 1800, de los rifles dobles y los cartuchos Express, cuando las pólvoras sin humo recién aparecían, y el único recurso para lograr cantidades considerables de energía consistía en disparar los proyectiles más grandes que el hombro tolerase.

El segundo grupo, mucho más técnico, nace en Alemania alrededor de 1905, con la creación de las pólvoras progresivas, con las cuales se podían lograr altas velocidades permitiendo así la reducción del peso del proyectil.

Intentar dar la razón absoluta a unos u otros es imposible, ya que ambos poseen parte de ella, y la verdad, como de costumbre, yace en algún lugar a mitad de camino entre ambas escuelas. Sin duda alguna sería poco aconsejable pararse frente a un oso marrón malhumorado armado con un .22, de la misma manera en que resulta fuera de lugar dispararle a un colibrí con un .44 Magnum.

En el extremo opuesto hay casos bien documentados en los cuales un ciervo rojo a recibido más de un impacto de .375 H & H en el área cardiopulmonar para correr un par de centenares de metros antes de desplomarse muerto, mientras que un búfalo ha sido fulminado con un .30 06 Springfield, para luego ese mismo cartucho disparado por la misma arma en el mismo día fallar en detener sobre sus huellas a un impala con un disparo perfecto en el corazón.

Todas éstas incongruencias nos demuestran una sola cosa, y ello es que el calibre o la velocidad en ocasiones actúan a favor de una u otra teoría, y que en otras lo hacen exactamente en contra de las mismas, dejándonos sumidos en un mar de dudas.

¿QUÉ ES LO QUE PRODUCE LA CAIDA FULMINANTE?

Bien, sí no es el calibre, y tampoco la velocidad, ¿qué es entonces lo que produce esas caídas aparatosas que tanto ansiamos para poder producir una muerte rápida e indolora y evitarnos rastreos interminables?

Por un tiempo se pensó que la construcción del proyectil, y la forma en que éste actuaba dentro de la presa podían ser los responsables del famoso poder de detención absoluto, y sí bien hay en ello una gran parte de verdad, ocurre lo mismo que con la velocidad y el peso: en ocasiones no funciona, a pesar de que el proyectil se hubiese desempeñado tal cual se esperaba del mismo.

La lógica indicaría entonces que tiene que existir un cuarto factor independiente del peso, la velocidad y el diseño de la punta, haciéndonos pensar que probablemente ese factor desconocido dependería no ya del cazador y su munición, si no de la presa y sus circunstancias.

Hasta el momento hay sólo tres hechos capaces de producir un cese violento de las funciones. El primero de ellos lo constituyen los disparos efectivos al cerebro (algunos no lo son por falta de penetración), no siempre posibles por el tamaño reducido del blanco, por su blindaje, que en ocasiones supone un serio inconveniente, y por que ciertos trofeos podrían perder parte de su valor estético al destruirse el cráneo.

La segunda causa capaz de producir una caída instantánea son los disparos que seccionen la médula cervical por fractura de la columna, lo cual no es siempre posible, particularmente en animales con el cuello muy ancho debido a la gran masa muscular. En estas circunstancias el disparo puede llegar a solamente perforar músculo y no afectar a la columna y médula, , con el consiguiente problema que esto significa.

Nos queda por lo tanto el tercer y último factor, no siempre atenible, que resulta de la casualidad y no de la intención del cazador, y que es el responsable por explicar aquellos casos de muerte fulminante, independientemente del calibre, su velocidad o la construcción del proyectil. Éste factor se denomina energía hidrostática o hemodinámica, y resulta de la transferencia brusca y total de la energía del proyectil a un órgano impregnado en agua.

LA CONSTITUCIÓN DE LOS TEJIDOS.

Los tejidos de los mamíferos y los demás animales en general están constituidos en un 75% de agua, además de que algunos de ellos están ricamente irrigados, como los pulmones y el cerebro, o llenos de sangre, cómo el y los vasos sanguíneos.

Como el cerebro suele estar muy bien protegido y es un blanco pequeño, los disparos sabiamente se dirigen en su mayoría al tórax, que alberga a los pulmones, el corazón y los vasos más grandes de la economía. Por ello, chance por chance, un disparo al tórax se llevará los laureles en la mayoría de las oportunidades.

Aún así, alcanzando estos órganos en forma impecable, a alta o baja velocidad, con proyectiles de grueso o pequeño calibre, y con diferentes tipos de puntas, en ocasiones el truco no funciona, y nuestra presa puede correr un centenar de metros, mientras que en otras simplemente cae tan rápido que hasta dudamos que hubiese estado allí. ¿Porqué?

Aunque el impacto haya sido en una zona tan alejado del cerebro como los pulmones y el corazón, la repuesta se halla en lo que ocurre en la computadora central. Pero, ¿qué es exactamente lo que ocurre que logra desconectar al cerebro de una forma tan rotunda?

Para ello tienen que darse una serie de condiciones que no dependen en absoluto del cazador, son fruto de la casualidad y que de alguna manera dependen de la posición del animal al momento del impacto y de la constitución del proyectil. Sí logra aceptar éste hecho, que en más de una oportunidad el resultado de un disparo depende de la buena suerte y no de Ud, su arma o el cartucho, su vida será más placentera.

¿QUÈ ES NECESARIO PARA PRODUCIR EL COLAPSO INSTANTÁNEO?

El proyectil debe de alcanzar un órgano rico en agua, y luego de un corto trayecto por dentro de la presa descargar en forma masiva y violenta su energía dentro del órgano.

En otras palabras. Para que la presa se desplome inerte es necesario que la punta perfore piel, músculos y eventualmente algún hueso, alcanzando los pulmones, el corazón, los vasos, o todos ellos, y que el proyectil se desintegre en forma violenta dentro de los mismos, o al menos que ceda en alguno de estos la mayor parte de su energía.

Pero ésta energía para producir un colapso instantáneo debe de alcanzar el cerebro, "apagando las luces" de la presa, lo cual no es tan simple, ya que entre el mismo y el tórax se interponen huesos, músculos y una miríada de otros tejidos y estructuras. ¿Cómo lo logra entonces ésta destrucción masiva a tanta distancia?

Para ello la energía del proyectil utiliza el agua de los vasos como medio conductor. La energía se transfiere a los tejidos en forma de aumento de la presión dentro de los vasos, y recorre todo el organismo por dentro de ellos, produciendo micro hemorragias importantes a su paso en todos los tejidos, entre ellos el cerebro. Esto es lo mismo que un accidente cerebro vascular (ACV), en el cual los vasos estallan produciendo hemorragias que paralizan al afectado, con la diferencia que en el aumento de presión producido por el proyectil las hemorragias son más difusas, alcanzando todos los niveles cerebrales, incluyendo los más profundos y sensibles, como el núcleo respiratorio.

El colapso se produce entonces independientemente del calibre del proyectil o de su velocidad, aunque aceptando que es necesaria una masa y una velocidad mínimas para que esto ocurra. Claramente la muerte fulminante se produce por una coincidencia de factores, en los cuales la velocidad o el peso por sí mismos tienen poca relevancia.

EMPLEO DE LOS DIFERENTES TIPOS DE PROYECTILES.

La solución consiste en tomar ventaja de las virtudes que cada grupo presenta, y empelarlos en dos circunstancias completamente diferentes.

Los proyectiles de punta blanda de expansión simple son ideales para emplear en disparos largos, sobre animales tranquilos, y en los cuales se puede escoger el punto de impacto. Aprovechando ésta ventaja se dispara al área torácica, que presenta menos resistencia al impacto, con lo cual uno se asegura una buena penetración.

Por otro lado, después de los 150 metros es difícil que una de estas puntas estalle al contacto, ya que a esa distancia la velocidad ha disminuido considerablemente.

El ejemplo clásico de estas puntas lo constituyen las Sierra de nariz blanda y afilada y terminadas en cola de bote, lo cual garantiza un largo alcance y precisión, que es lo que se necesita en estos disparos.

A la inversa de lo recientemente expuesto es la situación que se presenta en la montería o en el rececho dentro de boques, donde los disparos son a corta distancia, con altas velocidades de impacto, sobre presas en movimiento que nos impide escoger el blanco, y que además se encentran con sus niveles de adrenalina muy elevados.

Aquí lo que se precisa es de un proyectil duro, capaz de resistir el impacto inicial y alcanzar los órganos nobles desde cualquier punto de incidencia, llevando por delante piel, huesos y músculos, sin importar espesor o dureza.

En estas condiciones, la alta velocidad que otorga la corta distancia garantiza que el proyectil cumpla con dos funciones vitales. Penetre profundamente y expanda, generando un amplio túnel de herida con una probable boca de salida generosa creando un rastro sencillo de seguir.

Un exponente clásico de éste tipo de proyectil lo representa la ya clásica punta sólida Barnes X, y la más nueva Fail Safe, que es una mezcla de la Nosler Partition y la Barnes X.

Bien, lamentablemente esto nos deja con un tipo de munición para cada una de las circunstancias descriptas, y de invertir los papeles puede ocurrir que tengamos que hacer un disparo a corta distancia con una punta diseñada para tiros remotos, o viceversa, lo cual es un hecho desagradable en la vida del cazador, y que desafortunadamente se repite con frecuencia.

Sí Ud anticipa una situación como ésta el problema se resuelve utilizando una punta de nariz blanda y con la sección posterior del núcleo tabicada y fuertemente adherida a la camisa. Me estoy refiriendo a las ya ultra clásicas Nosler Partition, que datan de la década del 50 del siglo pasado.

Cualquiera de estas puntas o similares pueden ser adquiridas en munición de origen europeo o americano, o sueltas para aquel que recarga sus cartuchos.

Pero recuerde una cosa, ninguna de ellas le garantizará la caída instantánea y aparatosa de su presa. Para eso se precisa de peso, velocidad, diseño adecuado de la punta, un disparo bien ubicado y, además de todo esto, suerte. Mucha suerte.

Bueno, ahora que sabe a que se deben esos knock outs espectaculares, y también esos fallos que es mejor olvidar, su vida no cambiará en mucho, pero al menos no se sentirá obligado a cambiar de arma y cartucho cada vez que la suerte lo prive de una puesta fuera de combate radical.

por Daniel Stilmann