LAS ARMAS DE MONTERÍA.

Texto por Daniel Stilmann.

La montería es la forma grupal de caza más compleja desarrollada por el ser humano.

La misma representa un esfuerzo corporativo notable, donde no solamente intervienen hombres; los canes, adiestrados por esto últimos, forman una parte importante de la misma. Una batida, bien organizada y ejecutada, es como una obra maestra de música, donde cada uno de los múltiples actores de la orquesta tiene un rol particular sincronizado al detalle con el resto, y donde las diferentes armas resultan en el instrumento principal a ejecutar en los distintos pasajes.

Y al igual que en la música, con los tiempos esos instrumentos fueron variando, pasando desde el arco y la flecha hasta las modernas armas de pólvora sin humo. Esa historia, es larga e interesante, pero por sobre todo su conocimiento nos pude ayudar a escoger el arma adecuada para cada situación.

No es lo mismo apostarse en un cortadero, que un puesto en el llano o que de otro en zona de montaña. El tipo de vegetación, las distancias de disparo y el tiempo disponible para efectuar los mismos terminan por dictarnos que es lo mejor a emplear en cada situación.

Dejemos de lado el arco y la flecha y otros utensilios similares. Hace ya centurias que ninguno de nosotros los empuña, y de hacerlo seguramente pasaríamos hambre y vergüenza, al menos al comienzo. Veamos las armas de fuego, que es lo que tenemos y lo que sabemos manejar.

La primera de ellas, y que fue empleada hasta bien entrado el siglo XX, fue la escopeta, particularmente las de dos cañones yuxtapuestos. Si bien es un arma de poco alcance y menos precisión, la escopeta sigue siendo, a cortas distancias, una de las armas más letales y rápidas conocidas.

Dentro de espacios cerrados o sucios, a distancias que no superen los 30 metros y donde su uso está permitido, las escopetas cargadas con postas del doble o triple cero resultan devastadoras y no hay nada que ni tan siquiera pueda empardarlas.

Presentan la misma cadencia de disparo que un doble, casi sin tiempo de latencia entre disparos, pero con la ventaja sobre estos últimos de ser más livianas, menos costosas y de cedernos un mayor margen de error al apuntar.

Bajo similares condiciones de cacería, corta distancia y terrenos sucios, las escopetas semiautomáticas presentan las mismas ventajas mencionadas que para las yuxtapuestas, con el agregado de cargar entre uno y tres cartuchos más, aunque resulten mucho más pesadas y costosas que sus viejas (pero hermosas) antecesoras.

El uso de una bala única, comúnmente conocida como Brenneke en las escopetas fue un intento de mejorar su performance, pero estas armas al tener un cañón liso brindan muy poca precisión después de los veinte metros, ya que al carecer de un movimiento giratorio sobre su eje longitudinal el proyectil tiene poca o ninguna estabilidad durante el vuelo.

Otra historia muy diferente cuentan las nuevas (mal llamadas) “escopetas” semiautomáticas de cañón estriado que disparan Sabots, o sea una bala deportiva subcalibrada recubierta por una vaina de plástico que toma la estría del cañón imprimiéndole al proyectil un movimiento rotatorio similar al de un rifle. Ya una vez en el aire el proyectil se libera del Sabot (vaina) y continúa su trayectoria solo.

Estas armas presentan una precisión de entre dos y tres pulgadas a cien metros, lo cual es muy bueno, y su alcance máximo efectivo ronda los ciento cincuenta metros, quintuplicando así el alcance de sus hermanas de caño liso.

Se las carga con puntas de expansión rápida, por lo general de arma corta, de pesos que rondan los 250 a 300 grains, lo cual para cérvidos y suidos es mucho más que la media empleada, que promedia los 180 grains. Al momento del impacto y liberación de energía, ese peso extra y la violenta expansión intra cavitaria compensan por las bajas velocidades desarrolladas por estas armas.

Aún con todas estas ventajas tecnológicas es necesario reconocer que estas “escopetas” no tienen ni el alcance ni la energía terminal de una punta disparada desde un rifle, que puede generar presiones de trabajo muy superiores a las que desarrollan las primeras. Esa diferencia es la que terminó volcando las preferencias de los cazadores hacia los rifles.

Pero rifles hay de muchos tipos, algunos más aptos y otros menos, dependiendo de la situación. Primero veamos como definir la palabra rifle, de origen inglés.

La misma proviene de rifling, que es el proceso de estriar un cañón, por ende se denomina rifle a cualquier arma larga, como fusiles y carabinas, de ánima estriada. A su vez los rifles pueden ser simples (monotiro), dobles, a repetición manual o semi automáticos, estando los automáticos excluidos de la lista de armas permitidas o aceptadas en caza mayor.

Los rifles simples son generalmente de quebrar o de cerrojo, y resultan precisos, baratos y livianos. Son armas más de rececho de montaña que de montería, donde un segundo disparo rápido es muy necesario. Pero, sí es todo lo que hay, sirven.

Los rifles dobles son lo mismo que los anteriores, salvo que duplican su capacidad de fuego, y no son para nada baratos o livianos.

Esto último en la montería, donde no se camina mucho, no es un problema, y lo que resulta una verdadera ventaja es su alta cadencia de fuego, mientras que no deseemos, o necesitemos, disparar más de dos veces sobre la misma presa.

Ideales para apostarse en cortaderos, donde la visión de la presa suele ser fugaz, estas armas adolecen del defecto de estar recamaradas para cartuchos demasiados potentes para la montería. No hay que olvidar que fueron diseñadas para tratar con otro tipo de fauna, la africana, un poco más incivilizada, pesada y pendenciera.

Sí bien hoy en día se pueden conseguir rifles dobles modernos en calibres tipo small bore, como el .30-06, uno debe de evaluar sí resulta lógico adquirir un arma tan costosa y pesada, cuya única ventaja es la de poder replicar el primer disparo en forma instantánea sobre un animal no peligroso en franca retirada.

Por otro lado los dobles tienen otra limitación; la distancia a la cual cruzan los disparos, lo cual hace difícil su puesta a punto cuando se los monta con un visor. Desde mi punto de vista estas armas, preferentemente dotadas con miras abiertas, son útiles en las situaciones puntuales descriptas, siempre y cuando estén recamaradas para un cartucho al tono de la tarea encomendada. Por otro lado, y al igual que las escopetas, son armas muy lindas y objeto del deseo de más de un colega, pero nada más.

Entremos ahora al mundo de las armas de repetición manual, en el cual tenemos los fusiles a palanca, a trombón y a cerrojo. De las tres la más lenta es la de cerrojo, y la más práctica y veloz la de palanca.

Lamentablemente ésta última, universalmente representada por el Winchester .44-40 carece de una potencia adecuada para la montería, dado que el cartucho que la inmortalizó comenzó siendo uno de pólvora negra. Para cuando apareció la pólvora sin humo, mucho más potente, ya había demasiados rifles de ese tipo fabricados para soportar las presiones de la vieja pólvora, razón por la cual jamás se recargó comercialmente el mismo a su máximo potencial.

Pero dotada con cartuchos como el .444 Marlin, el .45-70 Government y hasta el mismo .44 Mágnum, la historia, junto con su alcance y potencia, cambia mucho, particularmente con el primero de ellos, al cual para estos menesteres le sobra potencia.

Éste arma es capaz de cargar entre 4 y 7 cartuchos que pueden ser disparados a gran velocidad y en manos expertas, sin desenfocar el rifle del objetivo, algo muy útil en la montería. Pero como toda arma apta para ese tipo de hazañas, no conviene dotarla con visores, ya que esto retrasa la captación del blanco por pérdida de la visión periférica, quitándole la tan preciada ventaja de la velocidad. Por lo tanto, si bien muy útiles, sumamente cómodas dentro del monte, económicas y con mucha historia sobre sus hombros, no son lo ideal para disparar más allá de los cien metros.

Hace pocos años atrás Marlin y Hornady sacaron al mercado un nuevo cartucho, el .308 Marlin Express (para ser empeaado en el Modelo Marlin 336), que gracias a su nueva punta de elastómero puede ser almacenado sin peligro en los cargadores tubulares de estas armas.

Su potencia y alcance con puntas de 160 grains de peso es apenas algo menor que la del .308 Winchester, lo cual cambia radicalmente el concepto sobre estos carabinas, aunque por cuestión de modas del mercado es dudoso que alguna vez vuelvan a adquirir la popularidad del pasado.

Algo similar ocurre con las armas a trombón, tan abundantes en la década del 20¨del siglo pasado (en particular en calibre .22) Nunca fueron lo suficientemente resistentes para aceptar las presiones de trabajo de los cartuchos modernos y además adolecían del mismo problema de almacenamiento que las de palanca, haciendo poco recomendable el uso de puntas tipo Spitzer en ellas. Hoy en día ver una de estas en una montería es una rareza.

Los rifles semi automáticos presentan la ventaja de su alta cadencia de fuego y un alcance igual al de los rifles a repetición manual, pero resultan algo más pesados y sí bien no son muy costosos, por algún motivo nunca terminaron por ser aceptados por la totalidad de la comunidad montera.

Sin embargo algunos de ellos, como el Browning Lightweight Stalker, son desde el punto de vista práctico armas excepcionales, de una tremenda utilidad para el montero.

Por último cabe mencionar a las armas a cerrojo, las cuales se han convertido en las más comunes de encontrar en todo tipo de cacería por el compromiso que han alcanzado entre la seguridad que brindan, la variedad de cartuchos que pueden disparar, su costo, peso y maniobrabilidad.

Evidentemente no son las más rápidas para operar, pero los cerrojos rectilíneos han mejorado mucho éste punto hasta hacerlas comparables a las de trombón o palanca, y si bien tampoco son tan livianas como estas su peso no las excede en mucho. Sí bien las hay de precios elevados, la gran mayoría están dentro de un rango muy aceptable.

Una ventaja sumamente importante que ofrecen es la fiabilidad con la cual reciclan los cartuchos, operación que requiere levantar el cartucho del almacén del arma, alinearlo con la recámara, introducirlo en la misma sin titubeos y posteriormente extraer la cápsula servida sin fallos, operación de crucial importancia cuando se necesita un segundo o tercer disparo en rápida sucesión, particularmente ante presas peligrosas o en la montería, donde el tiempo no es lo que sobra.

Otro punto a remarcar es su alcance efectivo, que es por lo general el mayor de todas las armas descriptas gracias a las altas presiones con que trabajan, lo cual las convierte en las preferidas de los cazadores de rececho y de los monteros cuando las distancias son largas.

En fin, todos estos diferentes sistemas de armas se pueden ver desde dos ángulos distintos. O la que no es pesada es costosa, lenta o poco potente, o sí uno quiere puede verla como la más rápida, liviana, de mayor cadencia de fuego o económica. Ningún arma resulta perfecta, y todas presentan algo bueno. Como sea, escoja su punto de vista según sus preferencias y necesidades y adelante con la compra. Lo peor que puede ocurrirle es que de entrada acierte con la adquisición y se quede sin excusas para comprar otro trasto más.

por Daniel Stilmann