Marzo. La temporada de caza de venados en el hemisferio Norte ha terminado y se avecina la de otro cérvido, la del corzo (la corzuela en el hemisferio Sur). Para aquellos que han intentado el rececho después de terminada la berrea, lo cual considero una verdadera hazaña reservada para los mejores, ahora viene el tiempo para reflexionar, de intentar aprender de los errores y de los logros. Entender como actúan nuestros adversarios, es quizás, la mejor forma de aprender, y pensar como ellos puede ayudarnos mucho, aunque no por ello aspiro a que se UD convierta en un psicólogo de animales.
Sí la psicología animal existe, tal como algunos pretenden, y sí ésta tiene importancia alguna para el cazador, es algo que no puedo aseverar. Creo que esta rama de la ciencia es más útil para tratar los desórdenes de personalidad del dueño de la mascota que a la mascota en sí, pero que con los animales salvajes no pasa de ser una tontería de marca mayor. No le veo mucho futuro a uno de estos señores que se tildan de “master en psicología animal” tratando de explicar a un búfalo en plena carga de que su mal humor se origina en los conflictos de su niñez y no el cazador que tiene enfrente, que entre otras cosas no para de atizarle con su fusil de grueso calibre en medio de las tripas. Eso me pondría hasta a mi de mal humor, sin que necesite además que alguien me enrostre los por que de mis berrinches de infancia.
Pero, lo que sí creo, es que los animales tienen un comportamiento, o lo que se denomina conducta animal, comportamiento que tiene su origen en procesos fisiológicos, muy reales ellos, y todos demostrables. Nada de teorías freudianas aquí. Y la conducta animal estimado lector, es de importancia capital para el cazador, tanto de acecho como de rececho, aunque en la montería, por ser una cacería de pocas sutilezas, no cuenta.
Esa conducta animal a la que nos referimos se manifiesta como un patrón de comportamiento fijo que nos permite predecir desplazamientos desde y hacia lugares de preferencia de las presas, algo sumamente útil para nosotros. Éste conocimiento, que venimos aplicando desde hace milenios nos otorga una ventaja importante, aunque no absoluta; no hay que olvidar que los animales tienen excelentes mecanismos de detección y evasión del peligro, de modo que el solo hecho de conocer esos hábitos no nos permite reclamar el premio sin antes haber ganado la maratón.
¿Cuales son las necesidades responsables por estas conductas y de las cuales podemos valernos en nuestras salidas cinegéticas? Las mismas que las nuestras, esto es, el hambre, la sed, la necesidad de reproducirnos y la de descansar. Si mi amigo, los cérvidos y suidos tienen en su mente lo mismo que UD y yo (también son libidinosos), pero a diferencia del humano los animales no conocen el ocio creativo o por sí mismo, y todo lo que hacen está siempre motivado por uno de esos cuatros disparadores. Incluso cuando se mantienen inmóviles lo hacen para no malgastar preciosas calorías o recursos invaluables como el agua corporal, y no por vagos.
Para sentar las bases de hacia adonde quiero llegar, tomemos un modelo harto conocido de comportamiento animal aplicado a nuestro beneficio: la caza de guarros al acecho sobre comida o bebida.
Este quizás sea el más conocido y comprendido por los cazadores de todos los ejemplos de comportamiento animal que pueden ser aprovechados a beneficio propio. Como también son bien conocidas las precauciones que se deben de tomar para evitar ser descubierto por los mecanismos de detección de peligro por parte de la presa. Pero la caza en base a la oferta de comida o bebida no son los únicos comportamientos que se pueden explotar; como mencioné antes existen otros menos conocidos, que para poder ser utilizados requieren un conocimiento algo más acabado de la presa en cuestión.
De aquí en más nos centraremos en el comportamiento que está determinado por las necesidades de procreación de los cérvidos en general, dejando de lado las excepciones que hay dentro de esa familia, sin precisar en forma exacta los meses del año en que ocurren esos cambios, ya que estos períodos son opuestos para los hemisferios Norte y Sur. Afortunadamente cada lector sabe con exactitud cuando toma lugar la berrea (brama, ronca, etc.) en su área. De ella partiremos para describir el ciclo anual.
La familia de los cérvidos es un matriarcado en el cual los machos están relegados a un papel secundario en todo el sentido de la palabra. Solamente uno de ellos adquiere los derechos de reproducción, y para ello se ve obligado a luchar duramente por el mismo con los demás colegas, antes y durante la berrea.
Desde un mes antes de la iniciación del período de apareamiento, y durante el mismo, se permite a los machos compartir los terrenos de las hembras, que son siempre los más cálidos, de mejores pasturas, mayor protección contra las inclemencias climatológicas y de más sencillo acceso al agua. Hasta ese momento viven en grupos de a cuatro o cinco en sus propios territorios, que son más agrestes y menos confortables, pero más inaccesibles para el cazador que los de las hembras.
Estos tres patrones de comportamiento, el matriarcado, las luchas por el poder y la distribución de los terrenos son la clave para localizar al trofeo. ¿Cómo se entiende esto?
Supongamos que UD necesita dinero en un crédito. A pesar de que sabe que el dinero está guardado en el Banco, ¿se le ocurriría pedirlo por teléfono al guardia de seguridad de esa institución un sábado por la noche? ¿O tendría más chances de lograr su propósito de hacerlo en persona, un día lunes por la mañana y durante una entrevista con el gerente de la institución? Como ve todo es cuestión de tratar a la persona adecuada en el lugar correcto y dentro de un horario lógico. Puesto de otra forma, hay que saber donde está ubicado el banco, que días y dentro de que horario abre sus puertas y con quien tratar.
Ahora que UD sabe hacia donde apunto, le pido que le brinde su atención a lo que sigue. Seguramente se ha preguntado que importancia tiene el hecho de que el clan de los cérvidos sea regido por las hembras y como un rígido matriarcado. Es simple.
Es la hembra madrina o alpha de cada manada la que determina el lugar de apareamiento y eso es algo que no se discute. Y ese lugar será invariablemente dentro del territorio de la manada, manada compuesta por esa hembra, sus hijas y las crías masculinas de hasta dos años de edad. La berrea NO toma parte nunca en los territorios de invierno de los machos, que están siempre ubicados en la periferia del de las hembras, y por lo general presentan condiciones de vida más duras, con menos reparo y peor calidad de pastos, y que por cierto es donde hay que buscarlos a partir del fin de la berrea y hasta un mes antes del comienzo de la misma.
¿Cómo se reconocen esos territorios de invierno? Localizando los volteos, ya que el desmoge se da solamente en los cuarteles de solteros entre tres y cuatro meses después de finalizada la brama. Localice un volteo y puede apostar que la zona es parte del territorio de soltero de los machos. Ahora ya sabe donde y cuando buscar a su presa en lo que resta de la tempo5rada de caza fuera de la berrea.
Pero volvamos al matriarcado y sus consecuencias. Hemos dicho que es la hembra madre la que determina donde tomará lugar la berrea. Esto significa que donde esté ella estarán las demás hembras de esa manada, y donde está la manada estará el macho alpha en el medio, y los machos beta o satélites rondando, esperando su oportunidad. ¿De que nos sirve todo éste palabrerío?
Primero. Sí UD sabe cual es el territorio de las hembras sabe donde aproximadamente tendrá lugar la berrea. Segundo. Sí puede reconocer a la hembra alpha sabe que las demás hembras del grupo estarán a su alrededor, y que alrededor de las mismas habrá una serie de potenciales trofeos dando vueltas, aunque siempre alejados del epicentro de la acción, que es ocupado por el rey de turno.
Por lo tanto, tome las precauciones necesarias al intentar el acercamiento. Además de la vigilancia constante que ofrecen las hembras del grupo, tiene que vencer el anillo externo de vigilancia formado por los machos secundarios, que aunque no prestan mucha atención a su integridad física en esa época del año, en ocasiones pueden arruinarnos la fiesta.
Pero como las hembras comen y se aparean en un lugar y descansan en otro, pero siempre dentro de su territorio, allí tiene una nueva oportunidad. Todo es cuestión de ubicarse en el trayecto de esas áreas y esperar. En algún momento su codiciado trofeo seguirá a la manada en su desplazamiento diario paseándose frente al retículo de su arma.
Dentro del comportamiento animal hay un tema en especial al cual prestar atención, el funcionamiento de los órganos de los sentidos en estos animales, los cuales determinan buena parte de su conducta. Los ciervos, así como la mayoría de los animales de sangre caliente se guían por el olfato, la audición y la visión, en ese orden de importancia, aunque esto no quiere decir que su visión o su audición sean malas. Nada más lejos de ello.
El primero de ellos, el olfato, es un sistema sencillo, tipo go-no go (pasa- no pasa), mientras que los otros dos requieren de verificación posterior del estímulo recibido, ya sea visual o auditivo. Esto significa que sí el animal olfatea el olor de un humano comenzará la maniobra de evasión en forma automática, sin necesidad de confirmar la información visualmente o auditivamente ni de pensárselo dos veces. No tiene necesidad de ver al humano o de escucharlo caminar para saber que se encuentra en las cercanías. Esto no curre con el la audición y la visión, donde la información de un ruido o una imagen deben de ser analizada y confirmada por alguno de los otros sentidos para poder determinar sí el estímulo representa un peligro o no. Un ejemplo de esto es la reacción de la manda ante un disparo. Muchas veces permanece impávida sí no le es posible relacionar dicho sonido con el de una figura humana o cualquier otra imagen de peligro.
Lo bueno de esto es que ambos sistemas pueden ser fácilmente engañados o al menos profundamente confundidos, dándonos el tiempo necesario para alcanzar el objetivo sin prisa alguna. Ese engaño es la base del camuflaje, que se aplica a los olores y a la figura humana, mientras que los sonidos la única forma de anularlos es evitándolos.
Podríamos continuar aquí con muchos otros ejemplos de cómo aprovechar nuestros conocimientos sobre conducta animal en nuestro favor, y de hecho lo haremos en el futuro. Pero el espacio disponible es limitado y hasta la próxima entrega me agradaría que píense al respecto. Trate de imaginar como podría engañar a su presa, e y sí puede inténtelo. Alguna veces ganará, otras saldrá perdiendo, pero siempre terminara aprendiendo algo nuevo y productivo; que hacer, o al menos que no hacer, y cualquiera de las dos cosas ya es bueno; son el primer paso para comenzar a actuar como un verdadero animal.