FAUNA AUTÓCTONA PERMITIDA. LAS CORZUELAS Y PECARÍES.

Éste artículo está destinado a mis compatriotas, los argentinos, muchos de los cuales ignoran o desconocen lo que poseemos en materia fauna autóctona,

y en ocasiones parecería ser que sí no cazan en el exterior, o exóticos cómo el ciervo colorado o el jabalí, no están cazando.

La finalidad de estas líneas es la de valorizar lo autóctono y ayudar aquellos que desean comenzar a cazar algo diferente a los dos exóticos mencionados y no saben como hacerlo o por donde empezar.

Pregúntele a un africano cual es la mejor caza mayor del mundo. Con orgullo le responderá que es la del África. Haga la misma pregunta a un europeo o a un norteamericano. Quizá le reconozcan que la caza en África es mejor, pero que para ellos no hay como la caza en su país. Pregúntele lo mismo a un argentino y siéntese a llorar; escuchará 40 repuestas diferentes, y en ninguna de ellas se menciona el nombre de tan sola una localidad o animal autóctono del país.

Y sí por casualidad, y con mucha condescendencia, algún compatriota le responde que la caza en Argentina es la mejor, terminará contándole que como nuestros ciervos colorados y jabalís no hay, por que para él no existe otra cosa que cazar.

Lo triste es que Argentina, demostrando la inmadurez de muchos de sus cazadores y la falta de sagacidad de muchos de los funcionarios a cargo, es una de las pocas naciones que aún privilegia la cacería en el extranjero o su fauna exótica antes que la local. Y sí no me cree mire dentro de los Parques Nacionales, que plagados de animales exóticos como están, que destrozan todo y desplazan a la fauna autóctona, cuentan con reglamentos que los salvaguardan, gracias a la protección brindada por los funcionarios de turno.

Pregúntele a uno de nuestros arrogantes cazadores por las corzuelas o los pecaríes y notará rápidamente esa mirada de superioridad (para evitar un tema que no conoce), como diciendo que "esa caza"en realidad no es caza mayor, por el simple hecho de que no figura en las revistas internacionales, o pero aún, por el escaso tamaño de las presas.

Parecería ser que una gran parte de los Argentinos hemos vivido encandilados por las luces del exterior, pensando que nada de lo autóctono es bueno, y cualquier cosa extra muros o que rece Made in Cucha Cucha sí lo es. ¿No les parece que es hora de que comencemos a valorar lo nuestro, antes de que algunos extranjeros aprovechen la partida y nos despojen hasta del derecho a cazar, que va siendo una de las últimas cosas que nos quedan por perder?

¿Cuantos de los cazadores, de la mitad de la República para abajo saben que es una corzuela o un pecarí, lo difícil que resulta cazarlos o como se los caza? ¿Cuánto más vamos a tardar todos los argentinos en darnos cuenta que tenemos un verdadero potencial cinegético sin explotar, que ya está adaptado a nuestra tierra y que sólo necesita ser protegido de esos exóticos que hemos introducido? ¿Qué más precisamos para ver el daño que estamos haciendo a la fauna autóctona con la propagación del jabalí y los diferentes ciervos que hemos introducido tan despreocupadamente?

¿Ud desea cazar animales autóctonos y no sabe como comenzar? Lea lo escrito a continuación, y sí está de acuerdo comience a cazar.

En la Argentina, al igual que otros países del continente Americano, donde aún quedan territorios casi vírgenes, se puede cazar fauna autóctona de dos maneras.

Una de ellas es contratar un coto privado, bien vallado, donde llueva o truene le garanticen que podrá abatir todas las especies que Ud. desea en tan solo dos días, o menos aún sí es preciso. No muy deportivo, y muy pero muy caro. Y lo que es peor, no aprenderá nada de nada, aunque eso sí, podrá lucirse ante sus pares contando cuanto pagó por ésta corzuela, y cuanto por aquél pecarí.

La segunda alternativa consiste en salir a buscar a las presas sin garantías de ninguna índole, dónde guía, cazador y presa dejan lo mejor de sí y triunfa el más hábil. Esto es lo que los ingleses denominaron "fair chase", que puede traducirse como cacería bajo reglas de honor, o persecución deportiva, acto considerado un tanto más honesto y deportivo que el método del coto con vallado. ¿Costo? Una vez más a coro con los británicos: No hunt, no pay. Sí no caza no paga, y en la mayoría de las ocasiones, y según haya manejado las relaciones personales, no pagará aunque cace. ¿Puede creerlo?

Sí el lector es de aquellos que gusta cazar trofeos y mascotas de criadero, expresamente adquiridos para ser sacrificados dentro de un corral en una parodia de cacería, dudo que ésta nota sea de su interés. En realidad lo que necesita es un zoológico donde le permitan tirar al blanco, y una buena tarjeta de crédito para pagar por los destrozos, o asociarse a uno de esos clubes "de caza" extranjeros, que no solo aceptan éste código de comportamiento si no que lo fomentan y premian en sus meetings anuales, y que además y para su comodidad, tienen sucursales en éste país.

Sí por otro lado Ud. es de aquellos que gusta de un lance mano a mano, jugando limpio y aunque los resultados le puedan ser adversos, continué leyendo. Creo que encontrará algo que puede serle de interés.

La corzuela, junto con el ciervo de los pantanos, el huemul y el venado de las pampas (los últimos tres vedados), es uno de los tantos cérvidos oriundos de América del Sur, abundando en el Norte y Centro de la Argentina, regiones que aún presentan grandes extensiones en condiciones prístinas. Lo mismo ocurre con el pecarí, un primo lejano del jabalí, aunque de menor tamaño corporal, y que no pertenece a la familia de los suidos.

Ambas especies presentan subgrupos. Corzuelas en Argentina hay pardas, rojas y enanas, mientras que los pecaríes se dividen también en tres subgrupos: de collar o morito, de gargantilla o quimielero, que es el más grande en tamaño corporal, y labiado o chancho del monte (aunque ésta denominación suele ser utilizada para nombrar a cualquiera de los tres).

Que se sepa, ninguno de estos animales ha sido "transplantado" a otro continente, de manera que el cazador internacional de trofeos puede obtenerlos solamente en la zona de la cual son nativos, siendo Argentina uno de esos destinos.

Afortunadamente dentro del país estas dos especies aún no han entrado en forma masiva en el comercio cinegético que se realiza con otros animales "salvajes", como el ciervo colorado y el puma, y aún pueden ser obtenidos en condiciones de libertad irrestricta, pudiéndose considerarlos como verdaderos animales montaraces. En otras palabras, es más difícil que alguien lo lleve a cazar corzuelas y le presente una "dopada" con Valium, como suelen hacer con los pumas en algunos lugares.

La corzuela presenta un comportamiento muy similar al de los demás cérvidos. Animal que ronda entre los 30 y los 50 kilogramos, el macho presenta dos cuernos rectos, sin bifurcaciones, de crecimiento anual. Un trofeo (para aquellos interesados en las mediciones), es considerado como tal a partir de una cornamenta de 14 centímetros. Pero al igual que los demás cérvidos, la doncella siempre resulta más difícil de obtener que el garañón, dada la obsesión de la primera por la seguridad de su cría y la propia.

Las hembras se desplazan con su retoño del año, mientras que los machos lo hacen a solas, cada uno dentro de territorios claramente delimitados, los cuales son renuentes a abandonar, al punto de parecer empedernidos.

Los únicos motivos capaces de forzarlos a dejar su hábitat son el fuego y o la presencia de perros, ya sea salvajes o domésticos. En cambio a los humanos, más fáciles de engañar que a los perros, o menos peligrosos que el fuego, los evitan sin tanto preámbulo o siquiera salir de lo que consideran su terruño, hecho que habla de su extrema destreza para el esquivar el bulto, y que no resulta muy halagador para los animales de dos patas.

Ésta renuencia a cruzar ciertas fronteras auto impuestas no es un comportamiento banal ni caprichoso de estos animales, y presenta serias ventajas para ellos. Es preciso ser un cazador cabal y con buena suerte para ganarle la partida a uno de estos cuadrúpedos que conoce tan bien los vericuetos de su hogar, conocimiento que explota a diario para evitar a aquellos con los que no desean el más mínimo roce.

Sin embargo estos duendes del monte pueden ser, y de hecho lo son, abatidos en forma regular. La técnica de cacería se puede resumir con tres letras: ARA (Acecho, Rececho, Acecho).

La cacería se realiza al acecho en los dos extremos del día, esperando a que los animales hagan su aparición en los primeros minutos del amanecer o justo antes de la caída del sol, tratando de localizarlos en los bordes de los limpios, siempre muy cerca de la protección del monte o en los pocos claros que hay en la profundidad de la jungla.

La corzuela es un animal tímido, cuyas únicas armas de defensa están constituidas por la crypsis (ocultarse camuflándose), y la fuga. Por ello, cuando tienen que exponerse en espacios abiertos buscan de mantenerse pegada al linde del bosque, ya que allí se sienten protegidas por las sombras que los árboles proyectan sobre los espacios abiertos.

Durante el resto del día se las caza al rececho, caminando muy lentamente el monte, sin hacer ruido, tratando de localizar alguna parte de estos pequeños animales escondida entre las ramas, lo que resulta una tarea harto difícil y recompensada en raras ocasiones.

Para colmo los territorios que escogen para descansar durante el día son difíciles de penetrar, enmarañados, a menudo con hojas y ramas secas sobre el piso, que estallan cual bombas de estruendo a cada paso, invariablemente en el peor de los momentos, anunciando con mucha antelación nuestra presencia. En realidad estos lugares son un infierno para el cazador, restringiendo severamente su movilidad e impidiendo su visión hasta casi anularla.

Por su lado el pecarí transita en "tropillas", como gustan de llamar la gente de la zona a las hatos de cerdos, y pueden ser peligrosos. Estas piaras están constituidos por animales de ambos sexos, y el líder es un macho viejo.

Sus defensas son similares a la del jabalí, pero estos animales son mucho más agresivos que su pariente europeo, al punto que sus escasos treinta kilogramos imponen un muy saludable respeto entre los jaguares (jaguareté), cinco veces más pesados y formidablemente armados con garras y colmillos, a los que no dudan ni por un instante en agredir hasta matar sí se ven amenazados, sin importar las bajas sufridas en el intento.

Según como se vea, lo bueno es que por los humanos no sienten mucho más respecto, y aunque los evitan, en caso de herir a uno de los miembros del clan el cazador puede verse agredido por todos los familiares, los cuales no descansarán hasta tomar revancha. Afortunadamente la selva presenta numerosos árboles a los cuales trepar. Lamentablemente lo que no hay todavía, son comodidades como para pasar la noche como loro en el palito.

La caza del pecarí se puede realizar desde un "sobrado" como llaman aquí a los apostaderos aéreos. Los mismos se arman en las cercanías de un cubo de sal, algún cebo como maíz o sobre una senda utilizada activamente por los animales, aunque las aguadas son también lugares de preferencia para armar esperas. La otra forma de cazarlos es la de "levantar" su rastro con los perros y seguir la pista hasta empacarlos, para luego acabar con ellos, o empujándolos hacia puestos donde los esperan los cazadores.

Una característica de estos animales es el intenso olor a almizcle que liberan de una glándula ubicada en el dorso cuando se encuentran excitados o en peligro, aunque la misma probablemente cumpla otras funciones sociales, como el reconocimiento entre los individuos de un mismo clan, indicar el estado hormonal, y la transferencia de algún otro tipo de información específica tal cual ocurre con los cérvidos.

En cuanto a los órganos de los sentidos de ambas especies, tanto el olfato como la audición son excelentes. La corzuela posee una muy buena visión diurna y nocturna, mientras que el pecarí, que es emétrope, (posee una visión similar a la humana), presenta una buena resolución diurna, pero muy pobre durante la noche.

Es casualmente basado en está información sobre ambas especies como se montan las estrategias de cacería, explotando algunos de sus patrones de comportamiento, o los escasos y raros errores en su sistema de detección y evasión del peligro.

Pero, ¿cómo se hace para ir a cazar pecaríes a Santiago o corzuelas a Formosa, sí no hay outifitters, cotos, o toda la parafernalia a la cual estamos acostumbrados desde la provincia de Buenos Aires (incluida) para abajo? ¿Es que aún se puede cazar en Argentina sin tener pagar y sin que nos lleven de la mano y nos coloquen frente a la presa? Más aún, ¿es posible aún cazar como lo hacíamos en los viejos tiempos, campamento de por medio?

Creo que tengo buenas noticias para Ud. Se puede aún ir a cazar corzuelas y pecaríes en aquellos lugares en que está permitido, sin necesidad de que le cobren un ojo de la cara y aún a la vieja usanza. ¿Cómo, me preguntará Ud?

Le puedo contar la forma en que lo he hecho en el pasado y sigo haciéndolo en el presente. Primero, vaya a la Casa de la Provincia que escogió y pida los reglamentos de caza y toda la información que precisa. En particular infórmese cuales son las mejores zonas para lo que está buscando cazar. Para eso están y lo atendrán muy bien.

Segundo, invierta en un viaje corto de exploración. Pare en un bar, estación de servicio o cualquier negocio de alguna pequeña localidad en el área en la cual está interesado. Pida un vino, una gaseosa o llene el tanque, y comience a preguntar. Por empezar pregunte si existe algún club de caza. Por lo general la respuesta es que sí.

Sí no tienen un club de caza le aseguro que tiene dos cazadores por habitante del pueblo, por que en esos lugares cazan hasta los muertos y los por nacer, ya que no hay otra casa para matar el tiempo. Busque alguno, y con sus mejores modales invítelo a tomar un café o a almorzar. De ahí en más está todo dicho y no precisa que le diga que debe de hacer. Pero antes recuerde esto. La gente del interior es amable y servicial, y generalmente está dispuesta a escuchar y ayudar a los de afuera.

Incluso puede llamar desde su ciudad a Información y averiguar sí en la localidad que piensa visitar existe algún club de Caza y Pesca con teléfono. Una llamada al Presidente del Club diciéndole que está deseoso de cazar con un experto de la zona seguramente terminará en una invitación a un asado, y de allí a ir a cazar hay poco trecho.

Y lo mejor de esto son las relaciones que uno crea, que suelen mantenerse de por vida. Eso sí, no espere ni pretenda acomodaciones cinco estrellas o que los lugareños anden disfrazados de camuflaje. Sea modesto, vaya a aprender, que bien nos viene a todos, y entre otras cosas se desayunará que la ropa camuflada no es la que caza más, y que la última mira con retículo iluminado a cinco colores tampoco ayuda mucho. Sí pone un poco de atención no solo aprenderá a cazar, es más, aprenderá que se puede hacerlo con armas que le darían risa.

Y si se esfuerza un poquito más aún comprenderá por que esta personas, que no poseen entre sus elementos de caza ni uno solo que esté en el catalogo de Cabelas, cazan tanto y tan bien.

Sí mi amigo, en el mundo de la caza además del catálogo de Cabelas, los ciervos colorados, las puntas de Barnes, las miras Leupold y los fusiles Remington, existen otras cosas como las corzuelas y los pecaríes, las escopetas Centauro, o las postas y Brenneckes caseros, y asados de campamento alrededor del fogón. ¿Y sabe una cosa? Esos pecaríes y corzuelas en esas condiciones son infinitamente más difíciles de cazar que nuestros colorados y jabalís de corral, más baratos y mucho más deportivos, por mucho que nos duela.

No sería hora de que todos comencemos a visitar el interior y nos dediquemos a conocer y valorar lo nuestro? Hay muchos extranjeros que ya lo están haciendo.

por Daniel Stilmann