BALAS SAG PARA ESCOPETAS DE CAZA MAYOR.

Las primitivas armas de fuego poseían cañón liso, y de ella derivan las escopetas. El estriado, introducido más tarde, daría lugar a los rifles, de mayor precisión.

El uso de balas en las escopetas fue uno de los intentos por obtener una mayor fuerza de detención y penetración. La solución, que tuvo bastante éxito, no brindaba precisión más allá de distancias muy cortas, calculadas entre 20 y 50 metros según el arma.

Fotografía: Efecto hidraúlico de una punta penetrante de calibre 14 (32 milímetros) sobre un pan de jabón luego de haber atravesado 4 panes de arcilla balística.

Fue por éste motivo que las balas para escopetas se dejaron de lado favoreciendo el empleo de perdigones de grueso calibre para caza mayor, que otorgaban al cazador mayores posibilidades de hacer blanco. Así nació el uso de las postas (tradicionalmente 9 en los cartuchos del 12) y las postas encadenadas de a tres.

Con un alcance efectivo (medido como penetración y detención) de treinta y cinco metros, y dependiendo del tamaño del animal, las postas eran, y aún son, más efectivas (por la posibilidad de impacto) que la antigua bala redonda disparada desde un cañón liso.

De modo que inicialmente el poseedor de una escopeta con cañón liso estaba condenado a esa distancia máxima de disparo. Por supuesto esto dio lugar a múltiples intentos por parte de los humanos que raramente nos conformamos con un no por repuesta, para subsanar el inconveniente.

Los primeros intentos por mejorar la precisión de las balas se llevaron a cabo dejando de lado la antigua forma esférica dando lugar al uso de proyectiles cilíndricos.

Estos, al tener una mayor superficie de rozamiento contra el ánima del cañón permitían una mejor estabilización de la bala en el aire, pero la falta del efecto de rotación sobre su mismo eje que le imprimen al proyectil las estrías hacía que estos fueran apenas un poco más precisos que sus contrapartes esféricas.

Por otro lado, dado un mismo peso, la longitud entre un proyectil esférico y otro cilíndrico no varía demasiado, siendo el segundo ligeramente más largo. Había que hacer algo para obtener una mayor longitud, pero sin aumentar el peso.

Una solución útil al problema del largo total, aunque no la panacea de la precisión, fue añadir 4 aletas al proyectil. De éste modo se tenía una esfera o núcleo anterior con cuatro aletas colocadas por detrás como sí las estuviesen sosteniendo, siendo estas últimas las encargadas de centrar al proyectil dentro del cañón al apoyar sus bordes contra las paredes del mismo.

Las funciones del núcleo eran claramente las de brindar peso y una superficie amplia de impacto para lograr una rápida transferencia de energía al blanco, lo cual se logró. De las funciones de las aletas, alargar el proyectil, y estabilizarlo en el aire, solo la primera se logró ampliamente. Pero la famosa rotación estabilizadora no se produjo y la dispersión sólo disminuyó en un pequeño porcentaje.

Probablemente el aumento en la precisión logrado se debió al hecho de que con éste diseño el largo total del proyectil se incrementaba (cuanto más largo un proyectil más preciso será), porque esas aletas jamás produjeron el ansiado movimiento de rotación como el que genera un cañón estriado.

Llegado a ese punto y durante al menos 75 años, el avance de las balas para escopetas pareció haberse estancado, y se pensaba que los proyectiles del tipo de los Brenecke y los Foster representaban el tope de lo que se podía alcanzar en materia de precisión.

Sin embargo la falta de precisión no se debía solamente a la falta de estrías del cañón o por culpa del diseño de los proyectiles, si no a otros motivos que hoy son subsanables, como por ejemplo la falta de aparatos de puntería en las escopetas.

A esa altura del partido, y hasta el día de hoy, las balas para escopetas se podían dividir en expansivas, penetrantes, perforantes y para uso en armas de repetición.

APRENDIENDO DE LAS ESTADÍSTICAS.

Se dice que de las estadísticas se aprende, y mucho, y éste caso no es la excepción.

El análisis de las ventas de estas balas demuestra claramente varios puntos.

Fotografía: Punta perforante de calibre 16. Nótese la bolilla de acero de 11 milímetros de diámetro insertada en la punta. La misma no está destinada a iniciar la expansión del plomo, sino a perforar hacia delante abriendo camino.

El calibre de mayor volumen de ventas fue hasta los años 90, el del 16, momento en el cual paso a ser desplazado por su hermano mayor, el 12, indicando que el stock de armas en el país se estaba renovando.

Incluso la producción del calibre 14 (32 milímetros) se agotaba más rápido de lo que se podía producir, ya que estas balas eran empleadas en los pistolones del 14, emulando al disparo del .44 Magnum.

Ambos datos indicaban la existencia de dinero en la calle, reflejado en la compra de nuevas armas, e incluso de armas de puño básicamente destinadas a juegos de polígono, y no para comer.

Pero no fue hasta el año 2000, el de la gran debacle, que las ventas no alcanzaron su punto máximo. La necesidad de cazar para comer empujó la salida de estas balas en todos los calibres fabricados, 12, 16, 20, 28, 32 (14 milímetros), y 36 (12 milímetros o 12 "chico"), reflejando el hecho de que se podía cazar aún con los calibres más pequeños, y que se podía hacerlo eficientemente, o de lo contrario las ventas hubiesen caído.

De la distribución geográfica de venta, que en el 98% ocurre del centro hacia el norte del país, particularmente el noreste argentino, se puede inferir el nivel económico de las personas que compran estas puntas y en que tipo de territorio se emplean. Mientras que el mayor comprador resulta ser el hombre de campo, el destino es la zona de monte, donde los disparos casualmente no superan los 50 metros de distancia, en el mejor de los casos.

Que aún las ventas en el presente se mantengan a los mismo niveles que al inicio de la crisis nos enseña algo más. Primero, que la crisis aún no ha pasado, por mucho que se empeñen algunos en hacernos creer lo opuesto, y segundo, y quizás lo más importante para los amantes de la caza, es que para ser un buen cazador no es necesario comprar la mitad de los artículos existentes en el catálogo de Cabelas. Una simple escopetita del 28, monotiro, de cañón liso y cargada con uno de estos "plomos" es todo lo que se necesita, además de saber y poder colocar el disparo donde cuente.

LOS TIPOS DE BALA Y LOS USOS RECOMENDADOS.

Los tipos de bala para escopetas son fundamentalmente cuatro a saber:

expansiva, perforante, penetrante y una especialmente diseñada para ser empleada en armas semi automáticas con cargador tubular.

Fotografía: Punta expansiva de calibre 12. Nótese el cono central que oficia de núcleo, rodeado por el anillo de expansión.

Las puntas expansivas constan de un núcleo central puntiagudo cuya misión es la de iniciar y mantener la penetración. La depresión anular alrededor de éste núcleo se llena de líquido proveniente de los tejidos de la presa, y por presión hidrostática inicia la expansión del proyectil hacia fuera. El uso de estas puntas está reservado para la fauna más pesada y dura de nuestro país, llámese jabalís y cérvidos grandes. Los búfalos no cuentan aquí y para ellos hay una punta especial.

Las penetrantes tienen un simple diseño cónico que evita la expansión y rompe menos tejido, reservándose para animales más blandos o pequeños, como el capibara y los ciervos más chicos. Es, junto con las puntas mochas para uso en semi automátuicas, uno de los dos diseños más vendidos.

Las puntas para arma semi automáticas con cargador tubular son mochas, al igual que las de los fusiles con cargadores similares. Las razones para ello son obvias: evitar activar al cartucho que se encuentra por delante en el almacén. Estas puntas, por gran su sección frontal "pegan" muy fuerte, transfiriendo la enerfía en forma instantánea.

Las puntas perforantes poseen una bolilla de acero de 11 milímetros de diámetro engarzada en la punta. Al perder velocidad el plomo contra el animal la bolilla se desprende perforando cuanto tipo de tejido encuentre por delante, asegurando el daño a órganos profundos. Probablemente buena para empelar contra animales de piel gruesa como el búfalo, aunque dadas las características de éste animal la prueba sería buena realizarla con un .458 a mano y listo para ser empleado.

LAS PRUEBAS DE LABORATORIO CON AGUA.

Uno de los medios para probar la eficiencia de un proyectil y su capacidad para generar presión, es el agua,

ya que el 70% de los tejidos de los animales están constituidos por ese elemento.

Los resultados llevados a cabo, reflejados en la fotografía de apertura estuvieron dentro de lo esperado, con una excelente transferencia de energía al líquido.

El impacto que se observa en la fotografía corresponde a un disparo a 20 metros con un cartucho calibre 12 cargado con puntas expansivas.

En la foto es posible observar dos chorros de agua coloreada saliendo simultáneamente por el orificio de entrada, localizado en la parte inferior del bidón, y el de salida, en el cual es posible observar el reborde del orifico formando un embudo hacia fuera.

El bidón amarillo originalmente se hallaba colocado encima del bidón blanco, justo en el centro del mismo. Sin embargo en la fotografía se observa como se está desplazando hacia la izquierda, empujado por el chorro de agua que escapa por la ruptura de la pared a la derecha. Esa ruptura es producto del aumento de presión, y es el efecto más importante logrado.

La energía transferida al agua generó el estallido de la pared, y al salir a alta presión por el hueco formado actuó como un jet, impulsando al contenedor, aún con agua adentro, hacia la izquierda. Para aquellos que no creen en las fórmulas, y como prueba gráfica de lo que es la transferencia de energía y para que sirve la misma, no se puede pensar en una forma mejor de demostrar su existencia y uso.

PRUEBAS DE LABORATORIO CON JABÓN Y BLOCKS DE MOTORES.

Pero los tejidos de las presas poseen una consistencia diferente a la del agua, haciendo necesarias pruebas en medios similares.

El jabón, la gelatina balística y la arcilla se le asemejan bastante.

Fotgrafía: Cartucho transparente de demostración. Al lado corte de un cartucho del 12 que permite ver la bala alojada en su interior.

El diámetro aproximado del túnel que genera un proyectil del calibre 14 (32 milímetros) luego de expandir es de 6 centímetros, lo cual es algo menor que el diámetro del túnel labrado en la barra de jabón de la fotografía de la portada. Esos 3 a 4 centímetros extra en el tamaño del orificio no los produce el proyectil con su cuerpo, si no con la presión que genera, que forma como una avanzada que va destruyendo ejerciendo presión sobre el tejido antes de que el proyectil tome contacto físico con el mismo.

En éste caso el túnel en el jabón, de unos ocho a 10 centímetros de diámetro, es bastante al que se forma en tejido animal, que por su elasticidad tiende a cerrarse luego del paso del proyectil, aunque no lo suficiente como para impedir la hemorragia.

Sin embargo en pruebas realizadas sobre un cogote vacuno el túnel formado resultó muy superior en diámetro al de cualquier proyectil de fusil, excepto quizá por los de mayor calibre, y su penetración y poder de destrucción de tejido óseo no dejó nada que desear.

Se probó también la punta perforante con su munición de 11 milímetros sobre un block de automóvil al cual se le disparó desde 20 metros. El resultado fue la fractura del bloque.

De todos no se aconseja realizar éste tipo de experiencias o disparar sobre blancos de metal con esta munición, ya que la bolilla de acero suele rebotar con una potencia inusitada poniendo en riesgo al tirador.

Como sea, para emplear sobre animales del tamaño del jabalí, los resultados fueron más que convincentes, ya sea en las pruebas realizadas en agua, jabón, cogote y finalmente en la vida real.

DISPERSIÓN DE LA MUNICIÓN DISPARADA EN CAÑONES LISOS.

Las pruebas se realizaron con una escopeta CZ de cañones superpuestos, y coon una Mossberg Modelo 9200 semi automática,

ambas con cañón liso y con un guión tipo bolita como todo aparato de puntería, lo cual no ayuda en materia de precisión.

Fotografía: Nótse la enorme dispersión producto de la falta de aparatos de puntería en las armas empleadas, del desconocimeinto de las mismas y de disparar a mano alzada. Posteriormente los resultados mejoraron notablemente.

Los blancos fueron colocados a cincuenta metros y los disparos se realizaron a mano alzada o con apoyo precario, con los cuatro tipos de proyectiles.

Los resultados fueron de una dispersión promedio de seis pulgadas a 50 metros, la cual para un arma sin aparato de puntería, totalmente desconocida para el tirador, tirando sin apoyo, y con munición a la cual no se le buscó la recarga específica para cada arma, es más que satisfactoria. Basta recordar que el diámetro del círculo vital de un jabalí o el de un ciervo ronda las 12 pulgadas, y que estas puntas, por su energía bruta, permiten disimular y compensan con creces por los errores del tirador en situaciones de caza.

RESULTADOS CON CAÑÓN ESTRIADO.

Para esto se empleó la misma escopeta Mossberg pero con un cañón rayado de 24 pulgadas con guión y alza.

Los disparos fueron tomados también a brazo alzado y 50 metros. La dispersión en ese caso fue de tres pulgadas escasas con munición armada con puntas para armas semi automáticas (mochas).

Fotografía: Daniel Stilmann señalando la dispersión obtenidas desde un cañón liso disparando a brazo alzado. Ya con el pulso templado y habiéndose familiarizado con las armas la dispersión comenzó a reducirse notoriamente. De todos modos, pregúntese cuantos blancos con una dispersión como ésta ha visto hecho a mano alzada, miras abiertas, y con munición y rifle militar.

Tanto con cañones lisos como rayados, la precisión puede ser mejorada, particularmente sí se le busca la punta y carga de pólvora ideal para cada arma, se la dota con una mira telescópica de bajo aumento y se dispara con apoyo como se hace con el fusil. En éste caso una dispersión de dos pulgadas a 100 metros no es ninguna una utopía.

Pero estas armas y cartuchos fueron creados para ser empleados en lugares donde no se dispara con apoyo ni con tiempo como para hacer puntería, las miras ópticas solo sirven para estorbar y todo lo que se necesita es un proyectil que no se desvíe por las ramas y que golpee con fuerza en algún lugar de la presa. Y esos requisitos estuvieron más que logrados con las armas y la munición empleada.

PARA LOS QUE NO RECARGAN.

En el mercado local se venden las diferentes puntas para los calibres mencionados en blisters de 10 unidades.

Fotografía: Punta penetrante del 12 grande. junto con las mochas para armas semi auto son las más vendidas.

Para aquellos que carecen de máquinas para la recarga de cartuchos de escopeta, la técnica de recarga es muy sencilla. Simplemente se abre el cartucho por su parte anterior y se reemplazan las municiones por el tipo de bala de su elección, cuidando que tenga el mismo peso que las municiones retiradas y que particularmente no sobrepase ese peso. Sí el proyectil de reemplazo es más liviano que la munición que se reemplazo se alcanzará una mayor velocidad, pero en el caso de ser más pesado lo que se puedo obtener es una presión indeseable.

Esto representa para el hombre de campo una forma simple, eficaz y de muy bajo costo de resolver el problema de la obtención de munición de caza mayor, incluso con la ventaja de poder adquirir la misma en cualquier almacén de ramos generales, lo cual no ocurre con otras armas más sofisticadas.

LOS RESULTADOS DE CAZA.

En realidad solamente tuve la oportunidad de emplear éste tipo de munición es una sola oportunidad,

sobre una hembra de jabalí de unos 140 kilogramos de peso que cayó fulminada con un horrendo boquete de salida sobre su parrilla costal. La fotografía con los resultados fue insertada en el artículo Recetas P’al Chancho publicado en ésta misma página.

Fotografía: Aletas estabilizadoras son también responsables por centrar el proyectil con respecto al eje del cañón.

Incluso planeo en la próxima luna experimentar con un pistolón del 28 recargado con puntas de 237 grains (15,3 gramos) con un cañón de 6 pulgadas, pero hasta no tener los resultados propios deberé conformarme con las estadísticas de venta, que muestran que todos los calibres en los cuales se fabrican estas puntas son vendidos, indicando que para la caza mayor funcionan, por que lo que es para tirar al blanco no se compran. ¿O es que alguna vez vio a un paisano con auriculares y perdiendo el tiempo haciendo agujeritos en un pedazo de papel?

Las puntas SAG pueden ser adquiridas en armerías del país en blisters de 10 unidades. En Buenos Aires las distribuye la armería Bowie.

por Daniel Stilmann