JABALÍ IV. DISPAROS AL TORAX.

El emplazamiento correcto del primer disparo es más importante que el calibre empleado, tipo de arma, la velocidad o construcción de la punta de caza. Texto: Daniel Stilmann.

Búfalo abatido con un disparo torácico alto. Nótese el "piercing" de la oreja al atraversala el proyectil casualmente.

En la entrega anterior (Jabalí III, Vías de abordaje al Sistema Nervioso) vimos las puertas de entrada y el mecanismo de acción de las heridas que afectan al cerebro y la columna vertebral. Nos queda aún por detallar el otro grupo de disparos frecuentes en caza mayor (sistema cardiopulmonar), y también aquellos que resultan indeseables por sus consecuencias, como los que impactan en el abdomen o en los miembros, y las diferentes reacciones que estas heridas generan.

Reconocer el comportamiento de los animales ante cada tipo de herida es importante para el cazador, particularmente al momento de tener que rastrear o perseguir una presa herida, no solamente por que su seguridad personal depende ello (en caso de tratarse de animales peligrosos), si no por que acelera y facilita enormemente la tarea de recuperación.

El sistema cardiovascular está constituido por el corazón, los pulmones y los grandes vasos, los cuales se encuentran alojados dentro de la cavidad torácica.

Un disparo que afecte alguno de estos órganos es una garantía de que el trofeo sucumbirá, por lo general dentro de los cien metros o menos del minuto. Por éste motivo el tórax es el área de elección para los disparos sobre presas no alertadas o que no estén cargando contra el cazador, sean peligrosas o no.

Los disparos sobre ésta región que escinden tanto arterias como venas son casuales, y el resultado depende del diámetro del vaso seccionado. Pero un disparo torácico raramente afectará solamente un vaso, y en el 99% de los casos terminará destruyendo tejido pulmonar, cardíaco, o ambos, generando una gran hemorragia, generalmente mortal dentro de los cien a doscientos metros.

¿En que se basa una aseveración tan precisa en cuanto a la distancia que puede recorrer un animal con cierto tipo de herida? ¿Cómo es posible asegurar algo así? Esta distancia está dada por el tiempo promedio en que tarda en vaciarse el sistema vascular a través de la herida, y el cálculo se realiza de la misma manera en que se calcula la distancia que puede recorrer un vehículo a una velocidad determinada con un litro de gasolina.

Un animal de 80 kilogramos de peso posee un volumen de sangre de aproximadamente 4 litros que es la cantidad que el corazón es capaz de bombear por minuto en condiciones normales. Una vez que la sangre escapa del sistema de vasos por medio de la herida, cesa la oxigenación al cerebro, lo cual produce un desvanecimiento seguido por de muerte.

A su vez el tiempo de vaciado del sistema arterial depende de dos factores. El primero de ellos está dado por el diámetro del túnel de herida, que cuanto mayor sea menor será el tiempo que tarde en desangrarse.

El segundo factor está constituido por la variación de la frecuencia cardíaca. Cuanto más alto sea el ritmo cardíaco, como ocurre en los animales asustados o los que están corriendo, más rápido se vaciará el sistema. Bajo estrés el bombeo aumenta considerablemente así como el consumo de oxígeno por parte de los músculos, acortando el tiempo de vida a 30 segundos, tiempo en el cual difícilmente se pueda recorrer más de un centenar de metros, particularmente en terrenos escabrosos.

LAS REACCIONES MÁS COMUNES.

Según la región anatómica afectada, los disparos a las diferentes áreas originan reacciones típicas del animal que resultan de ayuda para el cazador.

Si bien el animal con una herida torácica puede partir a gran velocidad sin acusar el impacto (aunque en ocasiones suelen pararse en dos patas levantando las manos), la demanda de sangre incrementada por parte de los músculos, sumada a la hemorragia, lo lleva a un shock por hipotensión que se instaura rápidamente. Raramente alcanzan a cubrir esos cien metros, siendo los últimos tramos de la carrera erráticos debido a la falta de irrigación cerebral, lo cual los hace caer por lo general fuera de la senda por la cual transitaban.

Éste último detalle es de importancia al momento de rastrear una presa herida. Los primeros metros de la fuga son realizados (en general) en línea recta, pero en el momento en que comienza a fallar la oxigenación cerebral y muscular la marcha se hace errática, apartando al animal de su dirección original.

Hay excepciones a ésta regla sobre las heridas torácicas, como aquella de los disparos con munición perforante (de guerra) que afecta la zona alta de los pulmones, que es la menos irrigada. En ese caso la hemorragia es pequeña, y la carrera se incrementa en distancia.

Incluso con heridas que alcanzan a perforar nítidamente ambos ventrículos cardíacos, lo cual permite que el órgano siga funcionando un poco más, algunos animales pueden recorrer distancias superiores a los 100 metros, pero esto es excepcional y se debe a un fallo al momento de escoger la munición, que no expande, y a una circunstancia del ciclo cardíaco, ya que la perforación se produce al final de la sístole (eyección), cuando el órgano se encuentra vacío.

Sí el disparo alcanza al corazón en diástole, cuando se encuentra lleno de sangre, la transferencia de energía del proyectil a la masa líquida es instantánea, produciendo un estallido de todo el órgano, cesando sus funciones en forma inmediata. En éste caso el animal suele desplomarse al momento del impacto, ya que la presión arterial cae a cero repentinamente.

EL TAMAÑO DEL BLANCO.

Las ventajas de ubicar un impacto en el tórax son muchas. Lo primero a considerar es el tamaño del blanco, el cual es generoso.

El tórax promedio de un ciervo, jabalí o felino del tamaño de un puma presenta un círculo letal con un diámetro de 25 centímetros, que una vez perforado, e independientemente de que se haga impacto en el centro o en la periferia del mismo, resulta mortal. Y un blanco letal de éste tamaño permite disparar con confianza desde más lejos, o enmascarar la falta de precisión del cazador.

Para disparar al corazón se toma como referencia anatómica el codillo, o unión de la escápula con el húmero. La bomba cardíaca se encuentra justo por dentro y detrás del mismo.

Además de esto es importante la facilidad de abordaje al mismo (se puede incluso hacerlo desde atrás, vía cavidad abdominal) debido a su escasa protección ósea y a la poca resistencia que ofrecen las costillas.

Para armas de grueso calibre, la protección que brinda la parrilla costal de animales del tamaño de los suidos no es un argumento de consideración, no así para aquellos calibres menores al .243, con los cuales se hace necesario tomar en cuenta el ángulo de incidencia del disparo, la velocidad y energía terminal del mismo y la constitución de la punta (recuerde que estamos hablando de animales de la resistencia al impacto de un ciervo, un jabalí o un puma, que es poca).

Una punta blanda de plomo, en calibres pequeños (menores a 6 milímetros, como el .22), a distancias superiores a los 50 metros, es generalmente ineficiente y, a menos que se logre "colarla" entre dos costillas, sólo producirá una herida superficial. Por la misma razón, aquellos disparos al codo o al hombro con munición de la clase del .222 y .223 están desaconsejados. Sólo producirán una herida muscular, achatándose contra la paleta, sin llegar a fracturarla.

La excepción a esta regla es cuando se emplean puntas de caza del tipo de las Nosler o Barnes lanzadas a velocidades del orden de los 3.000 pies por segundo, que aseguran la penetración, pero aún así es preciso ser muy cuidadoso.

ASEGURANDO LA PRESA.

Existen ocasiones en que es imprescindible asegurarse de que la presa no huirá, como cuando estamos cazando trofeos.

En aquellos caso en los que es imprescindible asegurarse de abatir la presa por ser un trofeo, sÍ estamos disparando con un calibre mayor, digamos 6,5 milímetros en más, y sí se posee la punta de caza adecuada, se puede intentar generar una herida torácica combinada que afecte al aparato locomotor y sistema cardiovascular en forma simultánea.

Para ello basta apuntar al hueso triangular del hombro conocido como omóplato, escápula o vulgarmente conocida como paleta, el cual intentaremos fracturar, para afectar la locomoción. Si la punta es lo suficientemente pesada y dura perforará al hueso continuando su trayecto dentro del tórax, y aunque ya deformada lo hará con fuerza suficiente para generar daño pulmonar extenso acompañado de una extensa hemorragia.

Por transferencia de energía se origina lo que se denomina fractura con minuta (esquirlas óseas provenientes del omóplato y las costillas afectadas), que penetran en la cavidad torácica creando daño tisular adicional al generado por el proyectil, agravando aún más la hemorragia.

Esas esquirlas óseas (o las metálicas generadas por el proyectil) suelen alcanzar al corazón o desgarrar los grandes vasos ubicados en la región con el consecuente agravamiento de la lesión.

Una ventaja adicional de estos disparos, es que en caso de resultar desviados hacia arriba, suelen seccionar la médula espinal, siendo sus resultados dramáticos por la forma en que la presa se desploma. El inconveniente de los mismos es el daño que producen a las partes comestibles, ya que la columna vertebral se halla recubierta por los lomos, la parte comestible más tierna de la presa. Se pierde una paleta (omóplato), ó ambas, y a veces parte de los lomos.

PUERTAS ALTERNATIVAS DE ENTRADA.

Otra manera de alcanzar la cavidad torácica, es entrando en forma oblicua, de atrás hacia delante, por el abdomen.

En realidad se debe de apuntar a la altura media del abdomen tratando de alcanzar el miembro anterior del lado opuesto. El disparo debe entrar en un ángulo tal que evite la parrilla costal, justo por detrás de la última costilla, para no correr el peligro de que sea desviado.

De esta manera, sólo encontrará a su paso tejidos blandos y, como sólo un músculo (pared diafragmática) separa el contenido abdominal del torácico, el proyectil puede realizar su tarea perfectamente. Es más. En estos casos no es infrecuente encontrar la punta alojada en la paleta del lado contrario, a la cual suele fracturar. La herida resultante en estos casos es abdominal, torácica y ósteo muscular. Muy traumática. El problema de la misma es la enorme cantidad de contenido abdominal que se vierte, lo cual puede contaminar las masas musculares comestibles si no se avía al animal rápidamente.

Los disparos frontales al tórax, deben de ser dirigidos a la base del cuello. Esto nos garantiza la entrada a los pulmones y los grandes vasos y, en caso de haberse desviado en forma lateral, la posibilidad de alcanzar una de las arterias carótidas. Si el disparo resulta centrado pero algo alto, es probable que haga impacto en la columna vertebral cervical, con resultados aún mejores que los esperados, ya que el animal caerá fulminado, sin posibilidad de recuperarse o darse a la fuga debido a la parálisis motora de los cuatro miembros.

Por último se deben considerar como ventajas adicionales la poca destrucción de tejido comestible, la preservación del trofeo (cornamenta, colmillos, etc.) y por sobre todo el hecho de poder producir una muerte rápida e indolora.

En la próxima entrega serán tratadas las heridas del aparato digestivo y las de los miembros posteriores, así como las reacciones típicas que generan estas lesiones.

por Daniel Stilmann