Una de las patas del éxito durante en la caza de acecho la constituye la construcción y el correcto empleo de los apostaderos. Texto: Daniel Stilmann.
Fotografía: Apostadero de llanura junto a un salitral. La Pampa, Argentina.
Los mismos pueden ir desde extremadamente sencillos hasta los muy complejos, pero como sea es primordial saber dónde ubicarlos, como acceder y salir de los mismos, y como se sobrevive las largas horas de espera en su interior.
Los apostaderos cumplen dos funciones desde el punto de vista del camuflaje. La primera de ellas es la de ocultar la figura humana y los movimientos de la misma, que son dos de los factores que los animales reconocen como señal de peligro y de atención respectivamente. El camuflaje de los colores carece de importancia, siendo un factor secundario y sin importancia alguna importancia, ya que por lo general entre la presa y el cazador existe una barrera de hojas o ramas que dificultan la visión del animal.
La segunda función de los apostaderos es la de otorgar un mínimo confort físico al cazador para soportar las largas horas de espera, brindando protección contra el frío y el calor
Una de las ventajas de la caza desde apostaderos es que los disparos son siempre con apoyo, tomados con tiempo, sobre una presa no alertada y por ende tranquila, que nos ofrece un blanco estático a una distancia conocida.
Todo esto permite una ubicación de precisión quirúrgica del disparo. A los fines prácticos es como tirar al blanco, con la diferencia que desde el aguardo lo hacemos luego de haber pasado una noche en vela, con frío, incómodos y en la mayoría de las ocasiones con mala luz. Existe un factor adicional que por su incidencia en el desenlace ya ha sido tratado por separado en ésta página bajo los títulos Disparos al Sistema Nervioso y al Sistema Cardiovascular (Jabalí III y IV respectivamente). Me refiere a los cambios en la posición de las estructuras anatómicas de la presa con respecto al cazador cuando se dispara en ángulo (desde arriba o desde abajo) y no al ras del piso.
Los apostaderos se erigen cerca de un punto que presente posibilidades de ser visitado por la presa, o sobre las sendas que unen entre sí dormitorios, zonas de alimentación, y abrevaderos.
Fotografía: ASpostadero excavado tipo pozo de zorro a la vera de una charca.
Esos tres puntos representan un triángulo imaginario que los animales visitan regularmente y en forma perentoria, ya que de ello depende su subsistencia. Apostarse alrededor de ellos o a lo largo de sus rutas de comunicación es una buena estrategia.
Existe un cuarto lugar o punto de reunión que será visitado en una época determinada del año: la zona demarcada por una hembra en celo. Es por motivos como éste que conocer los hechos más importantes de la fisiología y comportamiento de nuestras presas resultará beneficioso.
Por lo tanto, y hablando de aguardos para suidos, cualquier lugar en las cercanías de una charca, baña, cebadero artificial, cebadero natural, carroña o el olor de la orina de una hembra celo tiene grandes posibilidades de pagar bien.
La distancia al lugar a la cual se ubica el cazador o que se arma la estructura para el aguardo dependerá de las condiciones del terreno. En los montes cerrados ésta suele ser de unos escasos metros, y en ocasiones los disparos se realizan en forma casi vertical.
Al momento de armar el tinglado es conveniente recordar que en particular los suidos suelen entrar a los lugares abiertos dónde se colocó el cebo luego de haber rodeado la plaza, en un intento por descubrir cualquier posible intruso a la espera. De aquí la ventaja de un apostadero alto, sobre un árbol o alguna estructura pre fabricada.
Cuanto menor sea la distancia al blanco, mayores son las posibilidades de ser venteado (olfateado), o de cometer un pequeño error a último momento, como cualquier pequeño ruido involuntario.
¿Cuál es la distancia adecuada? En los lugares donde se cuenta con una línea de tiro despejada, cualquier distancia entre los 40 y los 80 metros es buena, dependiendo de las condiciones de iluminación, de los sistemas de puntería se disponga y de la habilidad del tirador.
A ésta distancia se hace más difícil ser detectado con el olfato, la visión o la audición, aunque la visión nocturna de los suidos no es buena (no así la diurna).
Pero antes de armar la estructura o de simplemente colocarse a la espera, es preciso tener en cuenta la dirección en la que prevalecen los vientos de la zona, así como la dirección desde la cual se aproximarán los animales.
Lo ideal es que el lugar donde el animal se dirigirá a comer o beber esté limpio de malezas, de manera que con la escasa visibilidad nocturna la visión no nos juegue una mala pasada.
De todos modos, una de las cosas que por rutina se hacen al apostarse, y mientras aún se tiene buena luz, es la de identificar y memorizar los pormenores del lugar, de manera de no confundir arbusto con macareno, o lo que es peor, novillo por jabalí.
El apostadero elevado nació hace mucho, cuando treparse a un árbol significaba disminuir las posibilidades de ser venteado, y además ponía distancia entre nosotros y las criaturas de la noche.
La estructura de un apostadero o stand puede ser mínima, cómo las de los producidos comercialmente por los americanos, la mayoría de los cuales pueden ser movidos de un lugar a otro, son livianos, proveen de medios propios para escalar, y por sobre todas las cosas, de medios para asegurarnos de no caer.
Estos stands están construidos de acorde a la filosofía y forma de caza del anglosajón, que por no aceptar la caza nocturna limitan el uso de los apostaderos a la caza de ciervos y osos. Nada de malo hay con ellos y con esos fines los he utilizado durante años.
Los inconvenientes de estos stands es que estos son muy reducidos, incómodos y que no proveen de protección contra las inclemencias del tiempo, como tampoco de ni ningún tipo de protección visual, lo que obliga a restringir los movimientos al mínimo.
Los apostaderos africanos, los de la India colonial y los que conozco en Latino América, son diferentes, por lo general fabricados con materiales de la zona, grandes, más cómodos, en ocasiones bien techados y con paredes, pero lamentablemente imposibles de mover e caso de querer hacerlo.
Estas estructuras pueden ser de uso temporario o permanente, y de acorde a ello es la construcción y el tipo de materiales empleados. Las ventajas son evidentes, ya que permiten una mayor flexibilidad al cazador, y por sobre todas las cosas comodidad y protección contra el frío.
Un detalle importante al momento de la construcción, es que tanto el piso como las paredes no crujan con los movimientos del cazador, de lo cual es preciso asegurarse antes de decidirse a pasar una noche en ellos.
Estos escondites son ideales para armar un aguardo en lugares dónde la vegetación es escasa.
Fotografía: Apostadero rústico a ras de tierra armado con elementos del lugar.
El máximo exponente de los mismos es el famoso pozo de zorro, que por su efectividad resulta una trampa mortal para las presas.
Esto es particularmente cierto con aquellas presas como los ciervos, que están acostumbrados a buscar a sus predadores un poco más arriba de la superficie de la tierra.
Por razones obvias, estos apostaderos se arman en las cercanías de lugares aislados como lo son las charcas en medio de praderas.
Pero no necesariamente deben de ser excavados. Un apostadero terrestre puede ser hasta una carpa en medio del llano. Basta con que los animales se acostumbren a ella, lo cual ocurre en un par de días, para servir su propósito, que es el de encubrir la figura del cazador y sus movimientos.
Por ejemplo la técnica de la carpa es empelada por los arqueros que cazan pronghorns (antílope americano) desde las mismas, a plena luz del día.
Al igual que los apostaderos aéreos, lo ideal es construirlos con materiales del lugar, de manera que no desentonen tanto con el medio.
El pozo de zorro no es la única estructura rústica que se puede armar a nivel del piso. Un par de ramas troncos clavados verticalmente en el suelo a los cuales se les cruza otro horizontal como en la H del arco de rugby, y luego una cuantas ramas con hojas apoyadas contra el armazón basta en ocasiones (acecho para jabalí). Recuerde que la idea es no complicar mucho las cosas y tener la habilidad para armar un aguardo con unas pocas cosas y un cuchillo.
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La ubicación según la dirección del viento fue discutida previamente. Pero hay otro detalle más a considerar, y ello es la posición del apostadero según el trayecto que recorrerá la luna en su órbita.
En particular esto es de suma importancia en lugares con árboles en las cercanías. No hay nada más triste que escuchar al majo triturando tranquilamente el maíz del cebo, a cuarenta metros de distancia de nosotros, sin poder soltarle un bombazo.
Para evitar accidentes de éste tipo se puede observar el lugar previamente a diferentes horas durante los días de luna, pero generalmente basta con calcular el recorrido del astro para darse cuenta de los probables puntos conflictivos y tomar acción para remediar el problema.
Dijimos que las estructuras para el aguardo del jabalí se arman alrededor de aguadas, cebos y bañas.
Para los cérvidos los apostaderos se arman en las cercanías de las sendas de estos animales, particularmente aquellas que conectan con los lugares destinados a alimentarse, como las praderas aledañas a sus refugios.
Se debe de individualizar primero el lugar y asegurarse que el mismo está activo, y luego se monta el satnd en las cercanías. Durante estas maniobras es necesario tratar de contaminar el lugar con nuestro olor de la menor manera posible, y nunca entrar o salir del lugar empleando las sendas de las presas.
Este tipo de localización, sobre sendas, es particularmente efectiva durante el período de la berrea, en especial sí se encuentra cerca de demarcaciones territoriales de los ciervos.
Los apostaderos para felinos no presentan características especiales, y pueden ser armados tanto al ras de la tierra o sobre un árbol. En más de una ocasión, esperando un jabalí o un pecaría, suele aparecer el puma, y más infrecuentemente el tigre (yaguareté).
Los apostaderos para zorros y coyotes son precarios, móviles, y se utilizan de día. No hay nada que impida cebar a un zorro con una buena lata de sardinas en medio de la noche, pero el esfuerzo no vale la pena.
Así como un apostadero bien armado y emplazado representa un tercio del esfuerzo a realizar en éste tipo de cacería, la creación de diferentes medios de seducción para atraer a las presas representa el segundo tercio. El tercero de ellos está representado por la voluntad y el esfuerzo del cazador en soportar las largas horas de espera. Estos dos últimos aspectos serán el motivo de los próximos artículos. Posteriormente trataremos los equipos específicos para el aguardo, y algunos aspectos muy particulares de ésta modalidad de caza.